31 agosto 2012

Un ladrón de arte y un policía de Galway

Roger mide 1,68, y es la viva encarnación de ese viejo dicho que afirma que los hombres que tienen grandes coches deportivos están sobrecompensando por lo que les falta en ciertos aspectos personales. Él, además, no se detiene en el coche; también tiene la casa de diseño y la mujer aparentemente florero, y se las da de ser más listo que nadie. Quizás porque, para mantener su tren de vida, tiene un segundo "trabajo" como ladrón de obras de arte. De todo esto nos enteramos en cuanto empieza "Headhunters", con un tono bastante más desenfadado de lo que lo que podríamos suponer a priori, y ese arranque obliga a que no nos tomemos demasiado en serio esa persecución en el tramo intermedio-final completamente pasada de rosca (que incluye un gag de humor bastante negro con dos policías muy gordos que es ya la traca definitiva). Las peripecias de Roger robando a sus clientes (se dedica a contratar altos ejecutivos para otras empresas) tienen también ese tono ligeramente de no tomárselo muy en serio, sobre todo cuando vemos a qué se dedica en su tiempo libre su cómplice, que nos ayuda a pasarle un poco por alto las "sobradas" que salpican la historia.

Porque "sobradas" en esta adaptación de un libro de Jo Nesbo, otro autor de novela criminal escandinavo muy de moda actualmente, hay unas cuantas, pero es cierto que la película logra crear varios momentos de verdadera tensión y que lo que cuenta, al final, es la bajada de humos a su protagonista, demasiado pagado de sí mismo. Roger se cree muy listo hasta que se encuentro con otro tipo más listo que él, y lo que es peor, cruel y despiadado, y que no va a detenerse ante nada para conseguir sus propósitos. Si sobrevive al proceso, Roger puede dejar de ser un capullo y convertirse en una persona más a gusto consigo misma, y lo cierto es que ese proceso resulta muy entretenido de ver.

Entretenimiento, y unas cuantas risas a costas de los prejuicios que todo el mundo tiene contra todo el mundo, es lo que ofrece "El irlandés", película por la que Brendan Gleeson fue nominado el año pasado al Globo de Oro al mejor actor de comedia. Sin ningún histrionismo, y muchas veces sólo levantando una ceja, Gleeson da vida al sargento de la Garda (la policía irlandesa) Gerry Boyle, destinado a una zona rural cercana a Galway, con un paisaje marcado por llanuras de tundra por las que apenas se ve más que a ovejas. Por allí aparece un agente del FBI que sigue la pista a unos narcotraficantes que dan la impresión de haber salido de una película de los hermanos Coen (impagable su conversación sobre cuál es su filósofo preferido), y  la gran química que se establece entre Don Cheadle y Gleeson (y entre Gleeson y Fionnula Flanagan, que interpreta a su madre) facilita que la película se vea en un suspiro.

Una crítica aparecida en Estados Unidos decía que, en el fondo, no es más que una buddy movie ambientada en Irlanda, pero la incorrección de muchas de las cosas que Boyle dice ("¡Soy irlandés! ¡El racismo es parte de mi cultura!") y la manera en la que se ríe de los prejuicios hacia los negros, los de pueblo, los de Dublín, los que sólo hablan gaélico, los ingleses y cualquier otro grupo de población que se os ocurra le dan un bienvenido soplo de frescura. "El irlandés" es una pequeña comedia de policías y criminales repleta de caras conocidas, eso sí, y con el añadido de esos espectaculares paisajes de Connemara, un lugar que siempre ha tenido imán para el cine, y no sólo por "El hombre tranquilo".

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