30 septiembre 2014

El peaje de Alicia

ALERTA SPOILERS:  Por si sois especialmente sensibles con este tema, hay que avisar que se van a comentar unas pocas cosas de los dos primeros capítulos de la sexta temporada de "The good wife". Pues eso.

Es sumamente de curioso que una serie de network (de CBS, para más inri) haya necesitado llegar a la sexta temporada para que los críticos estadounidenses decidan que verla es mucho más cool que estar todavía especulando sobre qué pasaba en “The Leftovers”. Ése es el camino que ha seguido “The Good Wife”, cuya explosiva quinta entrega (y que los Emmy la ignoraran entre las nominadas a mejor drama)  hizo que la crítica dejara de andarse con paños calientes y reconociera definitivamente que está a la misma altura que los “Mad Men”, “Juego de tronos”, “Breaking Bad” o “Boardwalk Empire” que se mencionan sin descanso cuando llegan los ya clásicos reportajes sobre “la edad de oro de las series” (Tumblr mata un gatito cada vez que se menciona esa frase). No es que estuviera volando bajo el radar hasta ahora, sino que se le añadía siempre la coletilla “de network”, como si estuviera en segunda división, y esa etiqueta se ha abandonado ya. Ahora, nadie se rasga las vestiduras porque un crítico diga que es uno de los mejores dramas en emisión, y nada más.

Eso sí, lo que no puede negarse es que, después del triple mortal sin red que se marcaron el año pasado, Robert y Michelle King se enfrentan a una reválida bastante más complicada que la de ganarse la admiración de los críticos; mantenerla. Deben romper la maldición de Sísifo e impedir que la roca vuelva a caer montaña abajo, y para ello han decidido embarcarse en la mayor serialización que la serie ha visto hasta ahora. Los cinco primeros capítulos de la quinta entrega eran prácticamente uno solo, con el final de uno continuando en el principio de otro como si, en lugar de haber pasado una semana en la emisión  del segundo, sólo lo hubieran hecho los diez segundos que Netflix tarda en arrancar el siguiente episodio. Sin embargo, la fórmula se mantenía más o menos familiar; sí, la revuelta en Lockhard/Gardner era el nexo de unión entre todos los capítulos, pero seguía habiendo casos y tramas autoconclusivas en cada uno. Con la sexta temporada, los King declararon a The Daily Beast que quieren probar con la serialización, que quieren hacer algo diferente que mantenga el nivel y la frescura de la serie.

El “algo diferente” de este primer tramo de la temporada va a ser la acusación de Cary de haber ayudado a Lemond Bishop a transportar más de un millón de dólares en heroína. Es diferente no sólo porque Florrick & Agos se ve atacada directamente por la fiscalía, sino porque les obliga a afrontar, también directamente, las implicaciones de tener como cliente a un poderoso narcotraficante. La desesperación de Will Gardner por conseguir dinero que le llevó a atraerlo como cliente va a explotar en la cara de Alicia, metida aquí de lleno en el fango moral y ético en el que “The Good Wife” da lo mejor de sí. La línea por la que tiene que moverse es muy fina, no sólo por las consecuencias legales que puede tener para ella, sino porque realmente están jugando con la vida de ciertas personas (recordar las amenazas de Lemond Bishop hacia Kalinda en la tercera temporada aún es bastante inquietante). Es un tema en el que la serie ha entrado otras veces, pero no con esta extensión.

Sin embargo, aunque está claro que es algo importante en el arranque de la sexta temporada, no sería “The Good Wife” si no estuviera manejando al mismo tiempo otras dos tramas igualmente importantes; la marcha de Diane de Lockhart/Gardner y los constantes intentos de Eli Gold de convencer a Alicia de que se presente a las elecciones a fiscal del distrito. Siempre que Eli opera en su modo más liante es cuando es más divertido y entretenido de ver, y cuando se mueve más cerca de Alicia, el respeto y la comprensión que tiene de cómo es ella le confieren a sus interacciones una capa extra muy interesante. Esta última etapa en la educación de Alicia Florrick, la que implica su reconocimiento de que tal vez, subconscientemente, sí quiere presentarse otorga más complejidad a su personaje y le hace enfrentarse cara a cara a ese tema sobre la seducción del poder que siempre ha tratado “The Good Wife”. La sexta temporada no ha podido empezar mejor.

29 septiembre 2014

Las aventuras de Claire Randall

Seguramente recordáis aquel término de “la televisión de serie B” que acuñó la crítica Maureen Ryan para referirse a un tipo de series que estaba surgiendo lejos de las pretensiones y de los clichés de las “series de prestigio” del cable premium, sobre todo. Eran historias en muchas ocasiones de género, con menos recursos presupuestarios, que buscaban el entretenimiento y cuyas protagonistas principales eran mujeres, revirtiendo la tendencia hasta la fecha de que casi todas las series nuevas que parecían llamar más la atención de los críticos estuvieran centradas en hombres. Es un término que sirve para dar nombre a una tendencia bastante concreta, pero sólo se refiere a una parte de esas nuevas series que están llegando a las pantallas apostando por una mujer en su centro. Las heroínas están sustituyendo a los antihéroes, y una de las series que más claramente está liderando ese cambio es “Outlander”.

También es cierto que el género en el que se adscriben las novelas de Diana Gabaldón en las que se basa (la novela romántica, aunque con sus toques de ciencia ficción y ficción histórica) tiene por defecto una protagonista femenina que facilita que su público se identifique con ella, pero Claire Fraser, la protagonista de la serie, está retratada como algo más que el objeto de las atenciones amorosas de un irresistible highlander. Es la heroína de un relato de aventuras, de su relato de aventuras, y está construida de tal modo que veamos que tiene sus virtudes y defectos, que aunque le cuesta adaptarse a su nueva situación entre los Mackenzie (y aún quiere regresar a 1945), es lo suficientemente inteligente como para sobrevivir entre ellos y hasta ganarse su favor, pero que también tiene sus defectos y no puede ocultar que es una mujer de los 40 en el siglo XVIII, lo que a veces la pone en peligro sin que se dé cuenta.

La lentitud con la que “Outlander” ha ido desarrollando la trama de estos primeros ocho capítulos ha servido para construir la atmósfera y, sobre todo, a Claire. Si por algo destacaba la anterior serie supervisada por Ronald D. Moore, “Battlestar Galactica”, era por el fantástico dibujo de sus personajes, y esa característica se ha trasladado a la serie de Starz. Hasta Black Jack, el malo de la función, tiene más grises de los que, probablemente, le hacen falta, pero todo eso contribuye a elevar el nivel de la serie. Eso sí, no deja de ser cierto que, para que llegue a un público más amplio, siempre va a tener que superar la idea preconcebida de que es un título “para señoras”, de que no ofrece nada más allá de una historia de amor en condiciones peculiares. Sin embargo, las peripecias de Claire por adaptarse a las Highlands de 1743 saltan esas barreras de género, porque como decimos, lo suyo es una historia de aventuras con sus villanos, sus aliados, su lado romántico y hasta sus escenas de peligro y de tortura del héroe a manos de los malos, aunque que Claire sea mujer le confiere un toque diferente a todo esto (como que la tortura de la que debe escapar involucra al final siempre la violación, por ejemplo).

Hasta el 4 de abril no veremos de nuevo a los escoceses luchando contra los casacas rojas ingleses, pero mientras tanto, no sería nada extraño que “Outlander” vaya ganando una mejor consideración de cara a las listas de final de año, como comentamos en la edición de esta semana de Yo disparé a JR. Ron Moore y su equipo ha creado un mundo muy creíble, poblado por personajes muy bien definidos, y aunque tenga alguna que otra cosa un poco más convencional de la cuenta, ver cómo Claire se maneja entre toda esa gente ha resultado una de las cosas más entretenidas del final del verano. Y sí, esa boda va a acabar encabezando todas las listas de las escenas más tórridas del año, tanto en televisión como en el cine.

28 septiembre 2014

El karma de Karma

Los calendarios de programación de las cadenas a veces no parecen seguir ninguna lógica. Ya es conocida la total locura de las divisiones de temporada de ABC Family, que pueden hacer que la primera temporada de una serie como "Switched at birth" tenga más de 30 capítulos, pero MTV a veces tampoco se queda atrás. Esta primavera, por ejemplo, estrenaron "Faking it" como nuevo intento de aprovechar la "marca" de humor adolescente de "Awkward", y tras sólo ocho episodios, y casi sin dar tiempo a que nos olvidemos de Amy y Karma, tenemos aquí ya la segunda entrega, que serán ahora diez capítulos. Es curioso comprobar cómo ha evolucionado la comedia en tan poco espacio de tiempo. De una premisa que podía resultar ofensiva, y con poco margen de maniobra, como que Amy y Karma simulen ser pareja para poder ser populares, ha pasado a arrancar temporada habiendo otorgado a dicha premisa más capas.

Por supuesto, el giro al final del piloto de que Amy descubra que ella no está mintiendo en lo que respecta a sus sentimientos por su mejor amiga ya fue encaminando la serie hacia lo que es ahora, pero todavía quedaban algunas cosas que debían mejorarse. Por ejemplo, Lauren, la hermanastra de Amy, de la que sólo sabíamos que era la típica "chica mala" y que tomaba unas misteriosas pastillas. La revelación de por qué las toma lleva el personaje por un camino completamente diferente, y también permite que veamos sus acciones en la primera entrega de un modo un poco distinto (en BuzzFeed cuentan un poco más sobre eso, pero cuidado, que hay spoilers). Además, simplemente con ese giro, "Faking it" se convierte en una rara avis en la televisión estadounidense, dispuesta a explorar personajes que no suelen verse así en las series (ésta y "Transparent" formarían una peculiar sesión doble).

Las dudas no sólo sobre su sexualidad, sino sobre qué tipo de personas quieren ser cuando sean adultos es en lo que se centra la serie. Es en lo que se centra cualquier título de adolescentes que realmente merezca la pena (a no ser que sean sátiras que lo parodien todo), y justo por ahí es donde "Faking it" puede confirmarse como una opción que merece mantenerse en la parrilla durante más tiempo. No penséis, después de toda esta parrafada, que es un drama muy serio, porque el lado de comedia no lo ha perdido. Como hemos dicho otras veces, su humor no es el ácido y a, veces, desmitificador de "Awkward", pero consigue algunos momentos inspirados. El enredo entre Amy y Liam (y la madre de Liam) y cómo Lauren exagera su reacción para intentar que su secreto no salga a la luz son momentos que, dentro de que pueden estar bordeando el exceso, permiten que el resto de emociones de los personajes puedan mantenerse más reales, como quien dice.

Mientras tanto, lo que hemos visto es que las tornas se han vuelto contra Karma. Ahora es Amy la que no termina de ser sincera con ella, la que guarda un secreto que no quiere que, especialmente, ella descubra, lo que va a complicar más el intento de Karma de no perder a su mejor amiga. ¿Qué quieren realmente ambas de la otra persona? ¿Qué tipo de persona quieren ser?

Música de la semana:  "Forever" es uno de los nuevos procedimentales de esta temporada televisiva, con el giro de que su protagonista es inmortal. Tal vez lo más curioso del primer episodio es que presenten a una de las secundarias al ritmo de "Do I wanna know", de Arctic Monkeys.

26 septiembre 2014

Agentes secretos y demonios del Apocalipsis

En todos los artículos que se han escrito estos meses sobre la invasión de los superhéroes (y las adaptaciones de cómics) en la televisión estadounidense, siempre se menciona que, el año pasado, “Agents of SHIELD” era la primera cabeza de playa. No es del todo cierto porque, cuando esa serie se estrenó, “Arrow” ya le llevaba una temporada de ventaja, pero ser la primera serie de los estudios Marvel viene con su propio juego de expectativas. Casi se esperaba que “SHIELD” igualara las audiencias de “NCIS”, pero su periplo inicial en ABC fue bastante más modesto en cuanto a número de espectadores y, también, estuvo sometido a un escrutinio de la crítica y de los fans que no se relajó hasta que no llegó el capítulo que debía lidiar con las consecuencias de “Capitán América. El soldado de invierno”. El tramo final de episodios presentaba una serie con un propósito mucho más claro, y ese propósito ayudaba a que los personajes fueran un poco más interesantes. ¿Pero podría mantener esa inercia tras el parón estival?

Da la sensación de que así es. La clandestinidad le sienta bien al equipo de Coulson, que se encuentra amenazado tanto por Hydra como por el ejército de Estados Unidos, que considera que todos los agentes de SHIELD son igual de traidores y de terroristas. Los personajes que no encajan en ningún sitio, más que entre ellos, son el leitmotiv más claro del Whedonverso, y el hecho de que Coulson y los suyos no se tengan más que a ellos mismos le confiere a todo el conjunto una sensación de urgencia, y de que la línea entre buenos y malos está muy difuminada, que resulta más entretenida. El arranque de la temporada hasta nos ha dejado un breve vistazo de, tal vez, lo que podremos ver en invierno con “Agent Carter”, y Carl Creel es un villano que realmente presenta un reto interesante. Del estado emocional y mental de Fitz ya hablaremos cuando veamos cómo se desarrolla todo.

 Volver con tu segunda temporada después de haber sido una de las revelaciones de la pasada temporada de otoño nunca es fácil. Con su primera temporada, “Sleepy Hollow” era vista con bastante buena voluntad porque nadie esperaba que aquella idea tan loca y pasada de rosca funcionara, pero las segundas entregas ya no pueden seguir tirando de ese factor. Ahora hay que demostrar que aquello no fue flor de un día, que las aventuras de Ichabod y Abbie contra Moloch y los jinetes del Apocalipsis realmente están construidas por gente que sabe lo que está haciendo. Y no sólo lo saben, sino que no pierden ni un solo minuto en meternos de lleno en la trama y en lanzarnos como si fuéramos Indiana Jones en las vagonetas de la mina del Templo Maldito.

Porque este primer episodio va a toda velocidad. Resuelve en 45 minutos el cliffhanger de la temporada anterior, se acuerda de darle una vuelta de tuerca a otro de los padres fundadores de Estados Unidos (el giro que le dan a los experimentos con la electricidad de Benjamin Franklin es bastante ingenioso), nos presentan la nueva amenaza para la temporada (que recordó un poco a una de las cimas de los efectos especiales del cine moderno) y hasta se las arreglan para no dejarnos sin el gag semanal de Ichabod contra la tecnología. A “Sleepy Hollow” sí se le puede aplicar aquello de que si parpadeas, te lo pierdes. Apunta a volver a ser, como mínimo, tan entretenida como en su primera temporada, y su pareja protagonista sigue teniendo una química a prueba de ejércitos demoníacos.

25 septiembre 2014

La mirada femenina

En las últimas semanas, y sobre todo a raíz de la filtración de fotos de bastantes actrices desnudas, robadas de sus cuentas en la nube, en los blogs anglosajones se ha convertido en un tema muy habitual hablar sobre la representación de la mujer en las películas o en las series. Es un tema recurrente desde siempre, que lleva meses presente en las páginas de opinión de los medios estadounidenses por hechos como el tiroteo en una fraternidad de chicas en Isla Vista, cerca del campus de la Universidad de California en Santa Bárbara, el pasado mes de mayo, y cuyo autor echaba la culpa de todas sus desgracias, simplificando mucho, a que las mujeres lo despreciaban. O por el escándalo en el que está envuelta ahora mismo la NFL por tener a varios jugadores involucrados en casos de violencia doméstica (aunque el más sonado es el de Ray Rice). O por la petición de unas cuantas voces en Hollywood (tipo Robert Downey Jr. o Jessica Chastain) para que Marvel le dé de una vez una película para ella sola a la Viuda Negra de Scarlett Johansson, visto el taquillazo que ha sido “Lucy”.

La diversidad de género y racial en los repartos de las series es algo que los críticos estadounidenses vigilan con lupa al principio de cada nueva temporada de otoño, viendo después si esos tres personajes negros o esa protagonista femenina están para algo más que como meros comparsas del protagonista central, que suele ser un clásico WASP: hombre blanco, anglosajón, protestante, heterosexual y, si quieres tener una serie de prestigio del cable, ya en la mediana edad y con diversos demonios personales. Como decimos, aunque no es nada extraño que se escriban artículos sobre el tema, últimamente parece haber una mayor actividad de análisis, discusión o simplemente queja sobre, en este caso, la importancia que las obras audiovisuales mainstream dan a sus personajes femeninos. Y esa importancia se aprecia en diferentes aspectos. Por ejemplo, uno de los asuntos más discutidos este verano ha sido el de “la mirada femenina” a la hora de presentar escenas de sexo, asunto motivado, cómo no, por el estreno en Starz de “Outlander”. Si dejamos de lado la obsesión por compararla con “Juego de tronos” (cuyo tratamiento del sexo y la violencia desde el punto de vista de los personajes femeninos no es tan sencillo como para despacharlo simplemente como sexposition), lo que se destaca de la serie es que la “objetificación” sexual, como si dijéramos, se hace de Jaime, no de Claire, algo marcado por el hecho de que es a través de los ojos de ella como estamos viendo todo lo que pasa en la serie.

Claire, de hecho, recuerda a veces más a una especie de híbrido entre la Daenerys Targaryen de la cuarta temporada de “Juego de tronos” y Alicia Florrick (y no sólo por su gusto por beber vino y whiskey). Si algo ha dejado claro siempre “The good wife” es que Alicia es perfectamente capaz de disfrutar su sexualidad cuando quiere y con quien quiere, y aunque hemos visto ligeros de ropa tanto a Kalinda como a Cary, puede decirse que este último es el que más veces ha cubierto la cuota del eye candy. “Masters of Sex”, mientras tanto, va variando sus puntos de vista dependiendo de qué personaje sea el centro de la escena en un determinado momento, y esa circunstancia, y que la relación entre Masters y Johnson sea muy compleja (y muy chunga), impide que podamos decir directamente si muestra sus escenas de sexo no clínicas desde una mirada femenina o masculina, porque tiende a variar según el personaje y la situación.  No obstante, aunque el sexo es lo que más se está utilizando para criticar algunas de estas series, el tratamiento de los personajes femeninos va bastante más allá de eso.

En la ciencia ficción, es habitual que se analice si las mujeres son algo más que arquetipos, si están más trabajadas aparte de que sean la tipa dura, la novia de, la Mary Sue… Títulos como “Orphan Black” y “Continuum” se nombran siempre en esta discusión por el hecho de que sus protagonistas centrales sean dos mujeres que tiene que pelear con sus fantasmas personales igual que Oliver Queen, y en ese aspecto, será interesante ver qué hace Marvel con Peggy Carter en enero, cuando llegue a ABC con su propia serie. Y en todo esto no hemos hablado aún del tratamiento de la violencia hacia las mujeres en la series de policías, pero eso daría para otra entrada todavía más larga que ésta, más con el estreno en CBS de “Stalker”. Ya llegaremos a ello.

24 septiembre 2014

Las calles de Gotham


“¿Alguna vez has bailado con el diablo a la luz de la Luna?” Es inevitable que, quien haya visto el “Batman” de Tim Burton, se acuerde de esa frase cuando arranca el piloto de “Gotham” con una de las escenas más contadas en la historia del cine de superhéroes; el asesinato de los padres de Bruce Wayne. Lo diferente aquí es que lo que sigue no es una gran elipsis hasta el momento en el que el millonario Wayne decide convertirse en Batman, sino el trabajo que los policías de la ciudad hacen para intentar resolver el crimen. En teoría, ése es el centro de la serie, mostrarnos cómo era Gotham antes de que el hombre murciélago se dedicara a luchar contra sus peores criminales y supervillanos, enseñarnos qué tipo de ciudad decadente y corrupta puede crear a gente como Joker, Dos Caras o el Pingüino. Y como Bruce Wayne aún no es más que un niño, nuestros ojos en todo esto será un joven Jim Gordon, futuro comisionado de policía que, de momento, no es más que un detective de homicidios lleno de ideales.

El universo de Batman ha recibido el tratamiento noir en bastantes ocasiones en los cómics (un autor tan reputado en el género como Ed Brubaker lo ha hecho varias veces), pero en el cine se había ido más por el lado de las aventuras camp o de la deconstrucción sesuda de su figura. “Gotham”, con su centro en los policías, puede aportar algo un poco distinto, y no sólo porque el caballero oscuro no sea ni siquiera una pesadilla premonitoria del pequeño Bruce. Uno de los cómics considerados como más frescos dentro del mundo de ese héroe es “Gotham Central”, una historia que seguía a los detectives de la unidad de crímenes prioritarios de la ciudad mientras luchaban contra el crimen bajo la sombra (no siempre bienvenida) de Batman. Estaba más cerca de “Homicidio” y “Policías de Nueva York” que de “Batman begins”, y es bastante curioso que dos de sus policías, Renee Montoya y Crispus Allen, aparezcan en la serie. ¿Pueden ser una pista del camino que “Gotham” va a seguir en las próximas semanas?

El primer capítulo peca del defecto habitual del 80% de los pilotos; hay demasiadas cosas peleando por destacar y llamar nuestra atención. La atmósfera de la ciudad (que su creador, Bruno Heller, ha comparado con el Nueva York de los 70, pero que podría ser también la ciudad lluviosa y sin nombre de “Seven”) está muy lograda, y la pareja Harvey Bullock-Jim Gordon puede resultar entretenida e interesante más adelante. Hay actores que pintan bien de inicio, ya sea Donal Logue como el propio Bullock, una gloriosamente pasada de rosca Jada Pinkett Smith como la mafiosa Fish Mooney o el descubrimiento del capítulo, Robin Taylor Lord como Oswald Cobblepot, quien años más tarde será el Pingüino. Pero hay demasiadas presentaciones de futuros villanos, y están hechas con demasiada brocha gorda (a Ed Nygma podrían habérselo reservado para el segundo episodio sin problemas). Sorprende que no se hayan animado hasta a introducir a la madre del futuro Robin.

El atropellamiento de un exceso de personajes y de tramas es común en los pilotos, como decimos, pues intentan llamar la atención de los ejecutivos de cadenas que se han visto otros setenta capítulos del mismo estilo, así que lo que al final se juzga de ellos es su potencial, como si fueran jóvenes universitarios que se presentan al draft de la NBA. Siguiendo con esa comparación, “Gotham” no es el LeBron James del instituto, pero tampoco parece ser un Greg Oden. Hay mimbres para que la serie (que apunta tirar por el lado policíaco, por lo que Heller ha comentado) pueda ser entretenida e interesante, incluso aunque pueda acabar teniendo a su principal enemiga en una compañera de estudio, pero rival de cadena, como “Arrow”, que lleva dos temporadas picoteando del universo Batman (y de las películas de Christopher Nolan) con bastantes buenos resultados. ¿Seguirá siendo “Batman, la serie animada” el estándar para las adaptaciones a televisión del hombre murciélago?

22 septiembre 2014

Fuego y escándalos

ALERTA SPOILERS: ¿Habéis visto ya el arranque de la quinta temporada de "Downton Abbey"? Si no es así, no sé qué hacéis leyendo esto.

Los trailers de la nueva temporada de "Downton Abbey" suelen desvelar casi siempre buena parte de lo que ocurre en el primer episodio. O, al menos, desvelan el gran momento final, como pasa en la quinta entrega con ese incendio en el dormitorio de Lady Edith. Evidentemente, no sabíamos cómo llega a desatarse, y ahora que lo sabemos, no hace más que confirmar que Edith es la persona más desgraciada de la televisión actual. Pero, curiosamente, aunque ella guarda un secreto potencialmente escandaloso, no es el único que vemos en el capítulo. Esa obsesión por mostrar en cada temporada que el mundo alrededor de los Grantham está cambiando parece estar siendo tomada muy en serio ahora; Edith tiene a su hija ilegítima viviendo con un granjero de su padre, que sabe la verdad; Jimmy se enrolla con su antigua señora (Anna Chancellor es otra 27% de categoría); Baxter desvela finalmente que era una ladrona (aunque ahí más seguro, como bien sospecha Cora) y Mary acepta la proposición de Lord Gillingham de ser su amante.

Realmente, las cosas están cambiando (aunque quien se sorprenda por lo de Mary, es que no acuerda del hijo del diplomático turco). Y empiezan a hacerlo en un capítulo de ritmo muy fluido. Un crítico estadounidense decía que las entregs impares de la serie eran siempre las buenas, y puede que no vaya desencaminado, incluso aunque se telegrafíen tramas como que la señorita Bunting terminará dándole clases de matemáticas a Daisy, evidentemente. Pero eso no impide que podamos divertirnos por el camino, ya sea con Molesley y su intento de Grecian 2000 de la época o con cualquier comentario indignado de Carson. Si Lady Anstruther no vuelve a aparecer, será una verdadera lástima, porque aporta una nueva energía que habría estado bien ver un poco más, pero así es "Downton Abbey" también, se queman trama y personajes como si Julian Fellowes fuera Atila sobre su caballo.

Es curioso, de todos modos, que hayamos visto tantos escándalos (o proyectos de, si llegan a saberse) en ese primer episodio. Entre la oferta de Gillingham a Mary, la hija de Edith, el polvete de Jimmy y su señora, la confesión de Baxter y esa posibilidad de que Bates asesinara al sirviente de Gillingham, Richard Carlisle, el magnate de los periódicos que vimos en la segunda temporada, habría hecho una fortuna sólo sacando los trapos sucios de la familia. En el Reino Unido se ha destacado especialmente que el sexo, insinuado o más o menos explícito, haya centrado bastantes de las cosas que hemos visto y, la verdad, quien haya visto el capítulo de "Outlander" llamado "The wedding" seguro que sonrió para sí al oír a Mary decir que, antes de casarse, los novios deberían poder conocerse mejor, en todos los sentidos. Qué diría la Condesa Viuda si la oyera, si se diera cuenta de que, ahora sí, los alegres años 20 han llegado a la abadía.

Música de la semana: "The Mindy Project" empieza la tercera temporada con los dos personajes que centraban la tensión sexual no resuelta convertidos definitivamente en pareja, y de momento logra sacar unos cuantos chistes a costa de los secretos de Danny Castellano. Uno de ellos involucra "American woman", una versión que Lenny Kravitz hizo de una canción de The Guess Who.

19 septiembre 2014

El club de las pulseras rojas



En un principio, “RedBand Society”, el remake de FOX de “Polseres vermelles”, no ha podido estrenarse en mejor momento. “Bajo la misma estrella” ha sido uno de los pequeños éxitos del verano, y las películas con adolescentes que se enfrentan a su propia mortalidad se han  convertido en la nueva tendencia (además de Shailene Woodley, Dakota Fanning y Chloë Moretz han protagonizado las suyas), pero todo esto no garantiza que los niños enfermos de cáncer de la serie vayan a tener la misma acogida entre el público televisivo. De hecho, el piloto tuvo una acogida más bien discreta (aunque, al parecer, sí logró atraer la atención de las chicas adolescentes), y sus opciones de futuro no parecen demasiado halagüeñas. FOX no termina de encontrar la fórmula para volver a escalar posiciones en las audiencias.

Si dejamos de lado ese aspecto (del que ya nos preocuparemos dentro de un mes), “Red Band Society” resulta una adaptación muy fiel del original de TV3, incluso con sus cambios. El más destacable es, por supuesto, que la atención de la serie no esté solo en los chicos, sino en parte del staff del hospital, especialmente la enfermera interpretada por Octavia Spencer y el médico al que da vida Dave Annable. Aún no se sabe cómo se integrarán en la trama de los adolescentes, pero eso la acerca un poco más a ese referente de “Es mi vida” que todo el mundo no deja de mencionar en cada artículo sobre la serie. Es un listón quizás demasiado alto, y esos ligeros toques fantásticos con el coma de Charlie la apartan un poco de ese camino, pero sí sirve para que el público se haga una idea de que “Red Band Society” va a por nuestra fibra sensible.

A veces va a por ella de un modo demasiado manipulador, que es un riesgo que también estaba presente en “Polseres vermelles”, y que es el lado por el que han llegado la mayoría de las críticas negativas. La serie bebe un poco de “Glee” también, y quiere presentar la historia de sus personajes, por muy dramática que pueda ser, de un modo optimista y humano. No hay ningún personaje que deje una impresión tan rápida como lo hacía Lleó en la original, y por ahora tampoco está ese discurso de los componentes de un grupo que utiliza como excusa para formar su nuevo grupo de amigos, pero el tono mantiene la fidelidad a “Pulseras rojas”. Como ocurre siempre, todo depende de cómo evolucione después la serie y, sobre todo, si tendrá tiempo para que pueda hacerlo.

18 septiembre 2014

Laura Colombo

El detective Colombo es una de las figuras televisivas que, tal vez, arrojan una sombra más larga de la televisión reciente. No deja de ser una traslación a la pantalla de los detectives a lo Hercule Poirot de la literatura, pero su sentido del humor, su aspecto descuidado, su gran talento deductivo y cómo utilizaba esas cualidades en su favor lo convirtieron en un arquetipo muy popular para la construcción de series “de casos” en los años siguientes. Colombo hasta sirvió como inspiración para la creación de “Luther”, con Neil Cross afirmando que lo que quería era darle una vuelta de tuerca oscura, y es un claro referente tras la Laura Lebrel de “Los misterios de Laura”. Esta serie de TVE es un peculiar caso de estudio. La cadena paralizó el rodaje de su primera temporada al sexto capítulo, tras muchos cambios de rumbo, porque no les convencía lo que veían, la tuvieron en nevera durante meses y, finalmente, la estrenaron en verano para quitársela encima. Qué sabrían ellos.

Tres temporadas y varias adaptaciones internacionales después, una serie tan de TVE y tan blanca y familiar (y con una protagonista central estupenda) acaba dando el salto a la parrilla de NBC como “The mysteries of Laura”, la serie a la que le ha tocado el dudoso honor de que sea el estreno que todos los críticos estadounidenses, en bloque, deciden que es el peor de la temporada (no quiero ni pensar cómo será “Stalker”), y también la que devuelve a Debra Messing al terreno de la comedia después del intermedio de “Smash”. Porque “The mysteries of Laura”, como su original español, es más una comedia que otra cosa, una comedia que busca los chistes en el desastre general que es la vida de Laura al intentar navegar su trabajo como policía y la atención de dos hijos que son una versión al cuadrado de Daniel, el travieso. Ni más, ni menos.

Otra cosa es que el piloto (que vimos gracias a un preestreno de Cosmopolitan, que la estrena en España el 5 de octubre, y Birraseries) esté lastrado por un montaje extraño y fuera de ritmo, que tenga un caso aún más insustancial que en el primer episodio de “Los misterios de Laura” y que haya secundarios que parecen más recortables de tamaño natural que personas verosímiles. Lo que sí cuenta a su favor es que Messing está realmente divertida como Laura Diamond. Como ocurre con María Pujalte, la serie está al servicio de su estrella (que está en pantalla el 95% del tiempo), y la estrella da la sensación de estar pasándoselo en grande. El resto de elementos tendrán que ajustarse con el paso de los episodios, pero haber acertado desde el principio con su protagonista es un gran paso. Y hasta en eso, “The mysteries of Laura” es un título más de mediados de los 90 que de 2014.

Si acaba saliendo bien, la serie debería ser una comedia familiar, en la que los espectadores pueden ir resolviendo el caso al mismo tiempo que Laura, y que puede seguir el mismo camino que, antes que ella, siguieron procedimentales como “Bones” o “Castle”. En las dos, los elementos cómicos y la relación entre sus personajes son siempre lo fundamental, más que los casos, pero se diferencian en que, en ellas, el centro de atención está ocupado por la relación romántica entre sus protagonistas. En “The mysteries of Laura”, ese centro es la detective Diamond al más puro estilo “Colombo”. ¿Qué no es original ni del siglo XXI? Pues no. ¿Qué puede ser algo entretenido para abrir el prime time del miércoles en NBC? Puede serlo. Pero tiene que cuidar más lo que rodea a Laura. Esperemos que lo del piloto sólo sea la excepción.

16 septiembre 2014

Las sophomore


Siempre que está a punto de comenzar una nueva temporada deportiva, llegan las inevitables previas sobre los equipos que se presentan a priori como favoritos para ganar el campeonato, sobre los jugadores que pueden dar un salto con respecto a su rendimiento el año anterior y sobre las estrellas a las que más se va a exigir en los siguientes meses. También se suele dedicar un espacio a intentar adivinar cuáles de los novatos que se estrenan en la liga pueden tener un mayor impacto, y cuáles de los rookies que sorprendieron la temporada anterior pueden no sólo mantener el nivel, sino elevarlo y afianzarse como sólidos profesionales, o ascender a la categoría de la estrella. El año sophomore nunca es fácil; el factor sorpresa y de novedad ya no juega en tu favor, tampoco se tiene tanta paciencia contigo porque aún estás adaptándote y vas a estar más vigilado para ver si mantienes el mismo rendimiento del primer año.

Esto vale tanto para los deportistas, como para los grupos que sacan su segundo disco o las series que estrenan una segunda temporada después de haber logrado el éxito en su debut. Este mismo verano hemos estado viendo los riesgos que entraña el año sophomore con “Masters of Sex”, a la que le han salido más críticos dispuestos a sacarle defectos a una serie en la que sólo veían virtudes en la primera temporada (también ha ocurrido algo así, en parte, con “Orange is the new black”). Independientemente de la calidad, cualquier título que sea recibido con grandes elogios en su primera temporada debe prepararse para una buena tunda en la segunda, como si los espectadores ya se hubieran cansado de él, y especialmente si en el hiato entre una entrega y la otra ha adquirido bastante más popularidad. El factor de “el disco bueno de Blur es ‘Modern life is rubbish’” nunca hay que descartarlo.

En apenas unos días, comprobaremos si dos de los estrenos en abierto que mejor funcionaron el año pasado consiguen retener la atención del público, y su buena voluntad, o si se despeñan ante el empuje de alguna serie nueva que llame más la atención de los espectadores. La NBC confía casi ciegamente en que “The Blacklist” confirmará su estatus como gran éxito de la cadena y que podrá hasta aumentarlo. Han sido inteligentes, desde luego, en no separarla tan rápido del paraguas de “The Voice” y en otorgarle el preciado hueco post-SuperBowl para afianzarla más antes de lanzarla en solitario los jueves a partir de febrero. Creativamente, la serie vive demasiado de las hazañas de Reddington y no está claro que vaya a atreverse a sacudir de verdad el estatus quo, pero tiene potencial para apuntalar su posición como éxito real de NBC.

Y en FOX, mientras tanto, esperan que una de las revelaciones del pasado otoño, “Sleepy Hollow”, continúe atrayendo a la suficiente audiencia para que sacar un poco a la cadena del pozo en el que cayó la temporada anterior. Las peripecias de Ichabod y Abbie llevan fuera de emisión desde principios de enero, así que será interesante ver si logran que sus espectadores vuelvan (y si han convencido a algunos nuevos que hayan visto la primera temporada durante sus vacaciones). La serie fue uno de los éxitos de 2013 por lo inesperado de que saliera bien, y fuera tan disfrutable, una historia que mezcla la Revolución Americana con la llegada del Apocalipsis, pero conseguir el equilibrio entre lo ridículo y lo entretenido es más complicado de lo que parece, y el entramado de “Sleepy Hollow” puede derrumbarse en cualquier momento. ¿Se habrá cansado la audiencia de sus locuras, o el encanto de su pareja protagonista será suficiente para atraparla de nuevo?

15 septiembre 2014

La sombra de Nueve

Marzo de 2005 es la fecha en la que empezó la nueva era de “Doctor Who”, la etapa en la que Russell T. Davies resucitaba y renovaba para una nueva generación a toda una institución de la televisión británica, una serie que estaba hecha para que padres e hijos se reunieran delante de la tele los sábados por la tarde. Aquella primera temporada descansaba sobre los hombros de un actor con experiencia y plenamente reconocido como Christopher Ecclestone, alguien que le daba cierta pátina de respetabilidad a la vuelta de una serie que muchos espectadores asociaban a un programa cutre para niños, uno al que los adultos no hacía falta que dedicaran ni dos minutos de su atención. Esas aventuras al lado del Noveno Doctor, sin embargo, tuvieron un gran éxito y pavimentaron el camino que se ha seguido en las ocho temporadas que hemos visto hasta ahora; se busca la diversión, los monstruos originales, unas acompañantes con más personalidad y se explora el lado oscuro del Doctor, pero jamás se olvida la tradición de la serie clásica y las líneas que William Hartnell delimitó como el Primer Doctor en 1963.

Davis primero y Steven Moffat después fueron metiendo “Doctor Who” por diferentes caminos, lo rejuvenecieron en apariencia con David Tennant y Matt Smith (dos desconocidos al asumir el papel), potenciaron la serialización, bebieron de las enseñanzas  de Joss Whedon y vieron cómo Estados Unidos acogía con los brazos abiertos, por fin, al loco de la caja azul. Puede no ser allí más que un título de culto de los que son muy populares en Comic-Con, pero no tienen un seguimiento como el de “The Walking Dead”, pero haber conseguido colarse en la portada de Entertainment Weekly y en algunos late-night shows, además de haberse visto referenciado hasta en “Anatomía de Grey”, es una buena muestra de que el Doctor ha salido definitivamente de los confines de las islas británicas. Por el camino, “Doctor Who” se ha vuelto más espectacular y ha celebrado el 50º aniversario de su estreno y, curiosamente, para la temporada de su 51º año, se ha optado por volver al principio.

La elección de Peter Capaldi como Doce es una opción a lo Ecclestone, con un actor más mayor y muy conocido y admirado, y los cuatro episodios que se han emitido hasta ahora de la octava entrega no hacen más que acrecentar la sensación de que Moffat se ha dejado inspirar por la primera temporada de la época moderna para afrontar la que, dicen, podría ser su última entrega al frente de la serie. El segundo episodio de las dos giraba en torno a daleks con los que el Doctor tenía que enfrentarse de un modo muy íntimo, y hasta dejó un paralelismo que los fans fueron raudos en encontrar. La sensación que dejan los capítulos (cuyo ritmo se ha ralentizado, al igual que Capaldi es un Doctor menos frenético que los de Tennant y Smith) es de un nuevo descubrimiento, de la búsuqeda otra vez del sentido de la aventura y la diversión sólo por la aventura y la diversión, de que Doce está reencontrando la esencia del personaje y de la serie. Hasta la siembra del misterio de la temporada, la Tierra Prometida, se está haciendo por ahora de un modo no demasiado diferente de cómo se presentó el de Bad Wolf con Rose y Nueve, con pequeños detalles aquí y allá en cada episodio.

Hay muchos rumores sobre la continuidad de todos los implicados más allá de esta octava entrega, pero mientras tanto, es curioso darse cuenta cómo, después de que Moffat iniciara su reinado empezando casi de cero y construyendo su propio mundo dentro de la serie, casi cuatro temporadas después haya decidido echar la mirada hacia atrás, a otro Doctor que dudaba sobre su verdadera naturaleza como Nueve. Y también es curioso comprobar cómo los espectadores parecen haberse vuelto más serios desde 2005, descartando capítulos ligeros y que apuestan por las tontunas divertidas, como “Robot of Sherwood”, como pérdidas de tiempo absolutas. No entrará en ninguna lista de los mejores episodios de la serie, pero ese entretenimiento sin más, lleno de chistes tontos y referencias literarias y cinematográficas (impagable el momento “El capitán Blood” de Robin Hood), también es “Doctor Who”.

14 septiembre 2014

Cuando Andrew encontró a Eliza

El otro día comentamos cómo las comedias románticas habían huido del cine y habían encontrado acomodo en la televisión, y cómo hay varios estrenos del otoño que encajan en  las convenciones del género. El caso más claro es "A to Z", que desde el principio recuerda inevitablemente a "(500) días juntos" por su apunte de que va a contar los ocho meses de relación de Andrew y Zelda, porque él es un romántico que trabaja en una empresa de citas online (no escribe tarjetas de felicitación) y porque ella no cree en el destino, pero decide darle una oportunidad. Detrás de la comedia está la productora de Rashida Jones y Will McCormack, y su principal baza, como ocurre en toda buena rom-com que se precie, es la gran química entre sus protagonistas, Ben Feldman y Cristin Milioti.

Milioti ya mereció más tiempo en pantalla del que tuvo en la última temporada de "Cómo conocí a vuestra madre", y forma con Ben Feldman una pareja adorable, simpática y de la que es difícil que nos cansemos. Ésa es una de las claves de estas comedias románticas televisivas; sus personajes no tienen que agotarnos, tenemos que querer verlos durante veinte minutos todas las semanas a lo largo de los años, y realmente tienen potencial para conseguir algo divertido y moderno. De hecho, con un esquema muy clásico, "A to Z" tiene una apariencia más fresca y moderna que "Selfie", la comedia de ABC sobre una joven obsesionada con contar lo maravillosa que es su vida a través de autofotos en Instagram, actualizaciones en Twitter y en Facebook, hasta que un día se da cuenta de que, en realidad, esa vida está vacía y esos amigos son de verdad virtuales. Y recurre a un compañero de trabajo para que sea su particular Pigmalión y la ayude a cambiar, a dejar de ser tan superficial y de pasar el día sólo pensando en el selfie que puede sacar en cada momento.

También tiene la ventaja de que Karen Gillan y John Cho tienen buena química, pero el resto de la serie aún tiene que situarse a su altura. Gillan es, básicamente, una actriz cómica que, sin embargo, se hizo famosa acompañando a Matt Smith en "Doctor Who", y lo que necesita es que su personaje vaya adquiriendo más matices. Es un movimiento curioso que, después de Amy Pond y de "Guardianes de la galaxia", Gillan vaya a protagonizar una sitcom en ABC, pero tal vez eso es también un signo de que la frontera entre cine y tele es más permeable que nunca. O quizás es que la tele tiene más hueco para alguien como esta escocesa, que midiendo casi 1,80 y siendo guapa y pelirroja, puede hacer algo diferente en las series, sin quedarse sólo en papeles de novia de (aunque tiene una cinta de terror, "Oculus", también pendiente de estreno fuera de Estados Unidos).

La clave para "A to Z" y para "Selfie" estará en ver si los espectadores quieren ver rom-coms en televisión, si compran la relación entre sus protagonistas y sus guionistas sacan más provecho al humor. Ambas tienen potencial, a pesar de que el piloto de la de ABC no es demasiado destacable, pero es una incógnita intentar adivinar por dónde evolucionarán. A priori, la de NBC tiene más posibilidades, pero nunca se sabe si se estancará y será "Selfie" la que sepa cómo crecer, o al revés.

Música de la semana: Uno de los momentos más simpáticos de "Selfie" es cuando las compañeras de Eliza la ayudan a arreglarse para una boda y cantan "Bad romance", de Lady Gaga. La cantante estadounidense sorprendió a bastantes de sus fans al grabar varios duetos con Tony Bennett, veteranísimo crooner. Una de aquellas canciones fue "Anything goes".

12 septiembre 2014

El refugio de la rom-com


Cuando se estrenó “The Mindy Project”, en 2012, su protagonista decía muy claro en el piloto que ella se guiaba por los principios que había aprendido viendo comedias románticas. De “Sucedió una noche” a “Cuando Harry encontró a Sally” o “La boda de mi mejor amigo”, el género ha dejado unos arquetipos y unos clichés fácilmente reconocibles por todos los espectadores, y aunque alcanzó un momento de gran éxito en los 90, el hecho de que estuviera compuesto por películas de presupuestos medios , que lograban una taquilla aceptable, ha terminado expulsándolas de los planes de los estudios. A lo largo del verano, no han dejado de sucederse los artículos en Estados Unidos que hacían notar cómo los blockbusters dedicados antes al verano se habían extendido ahora a casi todo el año (salvando noviembre y diciembre, época de candidatas al Oscar, y enero y febrero, cuando se estrenan los títulos con los que los estudios no saben qué hacer), y cómo en Hollywood ya sólo se pensaba en cifras por encima de los cien millones de dólares, tanto en presupuestos como en taquillas.

Así las cosas, más de una vez hemos señalado que las películas de término medio (ni superproducciones ni cosas indies), han acabado mudándose a la televisión, y en esa mudanza se han incluido las comedias románticas. No es un fenómeno nuevo de esta temporada, y no es la primera vez que lo comentamos (“Cómo conocí a vuestra madre” dio un poco el pistoletazo de salida en 2005), pero es interesante recuperarlo a la luz de lo que The AV Club apunta sobre unas cuantas de las sitcoms que se van a estrenar este año. Incluso acuña el término rom-sitcom para definirlas, y se explaya sosteniendo que es un género que funciona mejor en el cine que en televisión porque el final es importante en la trama romántica. Las series pueden desactivar esa necesidad de un cierre centrándose en el lado cómico, pero el lado romántico siempre estará pululando por ahí y amenazando con hundir la comedia bajo su propio peso.

Serie estivales como “You’re the worst” u otoñales tipo “A to Z” o “Manhattan Love Story” entran en esta tendencia, y en bastantes de ellas, al ver el piloto, es inevitable pensar que quizás los guionistas pensaron primero en ellas como películas. El primer capítulo de “New Girl”, de hecho, es una rom-com de 90 minutos concentrada en veinte. Los dramas que basan buena parte de sus historias en la tensión sexual no resuelta de sus protagonistas ya se enfrentan a la dificultad de decidir en qué momento hay que dejar de marear la perdiz y juntarlos, así que una comedia que lleva impresa en su escena inicial que sus dos protagonistas van a acabar juntos al final, todavía está sometida a más presión en ese aspecto. Será interesante ver a qué recurren las rom-sitcom de esta temporada para no dejar que el peso de las expectativas de los espectadores, que se las saben todas en este género, las condene antes de Navidad.

10 septiembre 2014

Las canastas de Nueva York


Las películas y, por extensión, los documentales deportivos suelen seguir el mismo esquema, o dos esquemas, en realidad. Está el modelo “Hoosiers”, en el que un equipo que nunca gana nada ve cómo llega un nuevo entrenador con métodos que lo enfrentan con las fuerzas vivas del pueblo, y al que le cuesta ganarse la confianza de sus jugadores. Cuando lo consigue, sin embargo, empieza a ganarlo todo y se planta en la final, donde tendrá que superar un problema de última hora, generalmente con su gran estrella. Por otro lado, está el modelo “Rocky”, que es el del atleta joven y talentoso que va ascendiendo en prestigio y éxito a partir de una derrota inicial a manos de un rival que, por supuesto, protagonizará el último enfrentamiento, en el que el héroe se consagrará definitivamente. Variaciones de ambos esquemas hay bastantes, hasta encontramos comedias románticas de manual disfrazadas de película deportiva, como “Los Búfalos de Durham” u “Olvídate de París”, y en el modelo “Rocky” también valdría, en lugar del joven aspirante, la estrella caída en desgracia que quiere regresar.

Más o menos, esto es lo que nos podemos encontrar si nos enfrentamos a películas, de ficción o documentales, que se centren en el hockey, el béisbol, el fútbol, el baloncesto, el atletismo… La historia de la superación de las adversidades es demasiado golosa para dejarla pasar, y en el deporte estadounidense hay una ingente cantidad de historias de este tipo. Pero, por otro lado, también hay documentales que se salen del modelo, que se mueven por otros parámetros. Unos cuantos de los que integran la serie “30 for 30” de ESPN buscan un enfoque diferente o una manera distinta de contar historias, generalmente fijándose en el ambiente y las consecuencias sociales y políticas de esa historia deportiva. “Los dos Escobar” traía al frente la extrema violencia generada por los narcos colombianos en los 90, “The Fab Five” entroncaba a aquel revolucionario equipo de baloncesto de la universidad de Michigan con tensiones sociales y raciales que siempre distorsionaron la imagen que se tenía de ellos, “Without Bias” habla sobre lo ignorante que era la sociedad estadounidense sobre el consumo de drogas cuando murió el prometedor Len Bias… y luego están los que buscan mostrar algo que puede no ser demasiado conocido, o incomprendido, y ponerlo al alcance del gran público.

Es lo que hace “Doin’ it in the park” con el baloncesto callejero de Nueva York, lo que se conoce como pick-up basketball. Su definición es bien sencilla; son los partidos que los chavales del barrio juegan en verano en las canchas de cemento de los parques de la ciudad. Los equipos se distribuyen dependiendo de cuánta gente haya en la cancha, y de quiénes sean, y se juega sin reglas. O según unas reglas no escritas pero aceptadas por todos los jugadores, que cambian de barrio a barrio y que lo mismo pueden referirse a la vestimenta (nada de uniformes completos de la NBA en Brooklyn, por ejemplo) que a cuántos puntos se juega. El equipo que gana se queda en la cancha y se enfrenta al siguiente grupo que quiera desafiarlos, y así se echan días enteros. “Doin’ it the park” está dirigido por Kevin Couliau y un veterano del streetball neoyorquino, Bobbito García,  y se dedica a documentar ese juego por los cinco distritos de la ciudad, explicando los diferentes tipos de partidos que puede haber (no todos son cinco contra cinco, o tres contra tres), la historia de los pick-up games en Nueva York y de lugares míticos como el Rucker Park de Harlem, y también hablan con bastantes jugadores, algunos de los cuales llegaron a ganar anillos de campeones de la NBA.

Es un documental sumamente entretenido, interesante porque te inicia y te sumerge en el mundo del streetball queriendo que nunca te pierdas, que siempre sepas de qué está hablando. Por supuesto, su interés es mayor para aficionados que conozcan a Julius Erving o a Kenny Smith, pero puede igualmente funcionar para “profanos” que no tengan demasiada idea de baloncesto. Lo que “Doin’ it the park” muestra es toda una cultura juvenil de barrio, una opción para muchos chicos de mantenerse apartados de los peligros de la calle. Aunque, en parte, esos peligros estén, según un reportaje de ESPN, acabando lentamente con la cultura del pick-up basketball en ciudades tan tradicionales en ese aspecto como Chicago.

08 septiembre 2014

Corazón adolescente

El género al que se adscribe una serie ayuda a describirla y a hacernos una idea de lo que puede ofrecernos, pero también puede limitar sus opciones de llegar a un público amplio. Las ideas preconcebidas que tengamos sobre dicho género a veces son obstáculos demasiado elevados para que algunos espectadores disfruten con series que, si vieran sin saber absolutamente nada de ellas, probablemente adorarían, y la ficción juvenil (YA, de "young adult", como se la conoce en el mundo anglosajón) es uno de los géneros que más sufre de este problema. A propósito de "Red Band Society" en FOX, la crítica de The New Yorker, Emily Nussbaum, toca el tema de lo desprestigiada que está este tipo de ficción. No se considera que un libro o una serie con temática adolescente, u orientada a ese público, pueda ser una buena obra de calidad. Un público adulto serio no debería dedicar ni dos minutos a "Friday Night Lights" o "Freaks and Geeks" porque son series de adolescentes y están por debajo de dicho público. Nussbaum apunta, muy acertadamente, que ese argumento olvida que bastantes libros, por ejemplo, considerados clásicos de la literatura están protagonizados por adolescentes, como "El guardián entre el centeno".

La corriente mayoritaria de opinión, aún más acentuada por ese boom de las sagas juveniles, la recogía un artículo de Slate que decía, directamente, que debería avergonzarnos leer, o ver, obras dirigidas a niños, y dicho artículo generó un animado debate en Internet sobre si era cierto o no, sobre si estaba generalizando o si se estaba asumiendo que "Crepúsculo", la saga de Harry Potter y "Los juegos del hambre" podían compararse al mismo nivel. El enorme éxito de "Bajo la misma estrella" y del autor del libro en el que se basa, John Greene, ha llevado a que reaparezca esta discusión, con los defensores de la literatura seria afirmando que los los libros YA están sustituyendo a la ficción literaria en las opciones lectoras de los adultos. Es un argumento bastante extraño, y aunque puede debatirse el tema de un modo más serio (yendo más hacia por qué determinados tratamientos de ciertos temas tienen más éxito que otros más serios, como quien dice), al final se opta por lo más fácil, que es el fuego a discreción.

El gran crecimiento que ha vivido el mercado juvenil literario y cinematográfico, y el hecho de que sean más los treintañeros quienes estén sosteniéndolo, es lo que ha motivado todo este jaleo, pero como ocurre en muchas ocasiones, a veces las críticas se quedan en argumentos que pecan un poco de snobs. No hace falta obsesionarse por cualquier saga YA que aparezca de repente, está claro, porque muchas, realmente, no valen gran cosa, pero no hay que rasgarse las vestiduras si alguna funciona. Emily Nussbaum apuntaba que lo que suele pasar es que nu4estros juicios van por el lado de que el libro juvenil que a mí me gusta trasciende el género, pero el que te gusta a tí debería avergonzarte de leer cosas para chavales, y también señala que, si hacemos caso de la corriente "adulta" defendida por Slate, cosas tan bien hechas y tan a la altura de grandes clásicos como "Es mi vida" o "Freaks and Geeks" serían ignoradas. Haced la prueba, recomendar a alguien una serie juvenil que consideréis que está muy bien a alguien, y veréis la respuesta que obtenéis. O hacedlo con una serie de The CW, la cadena más mirada por encima del hombro de la televisión americana (o una de ellas, que también está por ahí Lifetime).

07 septiembre 2014

Antihéroes y heroínas

Cuando "Breaking Bad" terminó, comentamos que podía ser el último clavo en el ataúd del antihéroe, esa figura masculina protagonista que ha dominado buena parte de las series de prestigio, por clasificarlas de algún modo, en la útima década. No se podía ir más allá de Walter White y su viaje hacia Heisenberg, y parecía que el final de esa serie (y el de "Mad Men" el año que viene) podía marcar un cambio de tendencia en la ficción televisiva. Sin embargo, parece que los rumores de la muerte de este arquetipo han sido muy exagerados, porque lo que ha hecho ha sido evolucionar ligeramente. En Entertainment Weekly reflexionan sobre lo que creen que es la nueva tendencia seriéfila; la regeneración del héroe. Utilizan como ejemplos a Kevin Garvey, el policía atormentado de "The Leftovers", y al Doctor en su duodécima encarnación, especialmente a través de esa pregunta que le hace a Clara en el segundo episodio de la octava temporada de "Doctor Who": "¿Soy un buen hombre? - No lo sé".

Realmente, la deconstrucción de lo que significa ser el hombre protagonista de una serie no se ha pasado de moda. En el artículo de Jeff Jensen se menciona, por ejemplo, cómo "True Detective" enfrenta a Rust y Cohle a la pregunta de si realmente son quienes creen ser (y si quieren aspirar a salir de esa espiral de oscuridad en la que nadan los antuhéroes televisivos), pero también apunta que "Fargo" ha jugado con todas esas convenciones de los buenos y los malos en las series criminales recientes, que es algo que hacía también la película (por cierto, que el arranque de "Happy Valley" parece una versión mucho más seria de "Fargo"). La serie de FX le sirve para apuntar que, mientras los protagonistas masculinos siguen atascados en la exploración de esa figura que Tony Soprano puso de moda, ha habido un surgimiento en títulos policiacos con mujeres al frente. Molly Solverson puede no ser la protagonista nominal de "Fargo", pero su papel es casi más interesante que el de Lorne Malvo y Lester Nygaard porque es alguien que intenta mantener su decencia y honestidad a pesar de lo frustrante que resulta saberse mucho más inteligente que todos los demás sin poder presumir de ello.

En su momento también comentamos cómo, aunque la figura del antihéroe se resiste a marcharse, se ha ido popularizando la idea de tener a una mujer muy competente en el centro de una de estas series. Es difícil que los gurús de la crítica las vayan a incluir en el mismo saco que el resto de "series de preestigio", que tienen un sesgo mucho más masculino, pero están ahí. La misma "Happy Valley" que mencionábamos antes tiene a una policía muy compleja en su centro, pero una que se permite el lujo de ser muy consciente de cómo es y de los riesgos que entraña seguir el camino que va a emprender. Un antihéroe convencional no llega a plantearse eso; hace lo que sea y luego busca la excusa de "es lo que se debía hacer", intentado convencerse de que no es un mal tipo. "Masters of Sex" dio en el clavo hace unas semanas sobre todo esto cuando Libby acusó a Bill de creer que él es el único que sufre y de dedicarse a arrastrar a todo el mundo a su alrededor en ese sufrimiento.

Música de la semana: Ya que hemos citado "Happy Valley", vamos a quedarnos con la canción de sus títulos de crédito, "Trouble town", del jovencito inglés Jake Bugg.

04 septiembre 2014

Rompecorazones


Hay personajes cuyo único propósito es encogernos el corazón. O rompérnoslo poco a poco (o aplastarlo poco a poco, si hacemos caso a los tecnicismos de la doctora Brennan), y no porque sean los protagonistas de un dramón lleno de desgracias, sino porque son secundarios cuyos escasos minutos en pantalla se pasan así, haciendo que nos impliquemos con ellos casi más que con los personajes principales. El mejor ejemplo de esto está siendo “Masters of Sex”. En la primera temporada, Allison Janney y su Margaret Scully, en pleno proceso de descubrimiento personal tras darse cuenta de que vida estaba construida sobre una farsa, casi generaron más conversación que Michael Sheen y Lizzy Caplan, y en la segunda entrega (de la que aún voy con bastante retraso, aviso), han sido otras dos mujeres las que han asumido esa tarea. Por un lado tenemos a la doctora Lillian DePaul (Julianne Nicholson), toda una eminencia en la investigación del cáncer uterino que, ironías del destino, sufre de esa dolencia, y por el otro encontramos a Betty (Annaleigh Ashford), la prostituta con la que vemos a Masters iniciar su estudio, y que ahora está casada con un rico empresario de provincias.

La determinación de DePaul por buscar el modo de continuar con su investigación cuando ella ya no esté, la melancolía y hasta resignación que transmite durante su tratamiento del cáncer son uno de los aspectos mejor logrados de la serie. Estos nuevos episodios de “Masters of Sex” se han llevado su ración de críticas, pero no hacia DePaul y su relación con Virginia. Y algo similar ocurre con Betty y su intento, a toda costa, de mantener la charada que puso en marcha al casarse con “el rey de los pretzels”. El desmontaje de dicha charada y la llegada de alguien que le obliga a afrontar todo lo que intentó esconder llevan a Betty a heredar el puesto de Margaret Scully (y Ashford está tan bien como Janney en toda esa trama); sus expresiones faciales ante Helen son todo un poema. También es verdad es que no todos los personajes que se ven en una situación desgraciada o complicada funcionan igual; a Lady Edith nada le sale bien en “Downton Abbey”, pero no está en la misma liga que estas tres (aunque este año podría entrar en ella, ya  veremos).

Lo que Margaret, Betty y la doctora DePaul logran es, por otro lado, diferente de esa ruptura de corazón que pudo causar la Víbora Roja en la cuarta temporada de “Juego de tronos”. Ese caso es más impactante y repentino, y no es tan progresivo (a no ser que ya sepas por dónde va a ir su trama). Pueden estar más en la línea los últimos coletazos de la historia de Lane Pryce en “Mad Men”, aunque aquí hay disparidad de opiniones, o a lo mejor las tramas de algunos de los personajes de “Parenthood”, pero ahí tendréis que confirmarlo vosotros, que yo sólo vi la primera temporada. Ser un rompecorazones no romántico, sino dramático, no es sencillo. Sus líneas argumentales pueden estar siempre al borde del melodramón más desatado, y el personaje puede estar muy cerca de ser un “maridrama” sin solución, pero si sale bien, le da a la serie una capa extra, un toque que puede ser interesante.