31 octubre 2014

Empollones adorables

Adorable nerds”. Así describe Iris la pareja que forman Barry Allen y Felicity Smoak cuando ésta se pasa a hacerle una visita por “The Flash”. La química que esos dos tienen desde que él apareció por primera vez en “Arrow” centra ese primer crossover entre las dos series superheroicas de The CW, pero lo que nos interesa aquí no es eso, sino ese “adorable nerds”, ese “empollones adorables” que prácticamente engloba a todo un cliché televisivo muy clásico; el del sidekick friki del héroe, el que se encarga de soltarnos los casi monólogos de exposición de trama, el que está ahí para apoyar al héroe en aspectos más técnicos (o científicos) y suele mantenerse en un segundo plano aunque su labor resulte fundamental. Ejemplos de “adorable nerds” hay muchos y, además, de lo más variado, porque puede decirse que, en las primeras temporadas de “CSI”, Greg Sanders, el técnico de ADN, entraba en esa categoría con sus largas explicaciones de sus resultados, sus interacciones un poco incómodas socialmente y sus one-liners.

Los técnicos de cualquier tipo son claros candidatos a encajar en esa categoría si son lo suficientemente divertidos o entrañables. Y si saben manejarse bien con la jerga técnica asociada a su “puesto”. Los oficiales científicos de las space operas son los verdaderos reyes en ese aspecto, pero no todos tienen además el factor justo de adorabilidad (tipo Rodney McKay y Jennifer Keller en “Stargate Atlantis”), y no todos logran manejarlo igual de bien. FitzSimmons aparecieron en “Agents of SHIELD” justo para cubrir ese hueco (clásico de las series creadas, o producidas, por Joss Whedon desde Willow en “Buffy, cazavampiros”), pero no siempre han conseguido funcionar bien y tampoco hay consenso entre los fans sobre si realmente son los “adorable nerds” de la serie o no. Una dinámica similar, pero en un tono más rebajado, parecen llevarla Caitlin y Cisco en “The Flash”, pero realmente es su protagonista el que, curiosamente, mejor representa ese arquetipo, por llamarlo de algún modo.

Felicity, claro, es ahora mismo la mejor muestra de esta categoría, pero van apareciendo otros en los sitios más insospechados, como Aram, el técnico de la división especial del FBI asignada a Reddington de “The Blacklist”. Su labor en cada capítulo apenas es más que soltar jerga técnica y explicar las pistas que los protagonistas necesitan para hacer avanzar la trama, pero de algún modo extraño, sus interacciones con Elizabeth Keen le han otorgado cierto aire de entrañabilidad que parecía muy lejano cuando la serie debutó. Hasta Robyn, la otra investigadora de “The good wife”, tiene los rasgos necesarios para ser una “adorable nerd”. Los procedimentales son las series que más a menudo utilizan a estos personajes, pero no siempre vale con introducir uno y ya. Ed Nygma en “Gotham” quiere ir por ese camino, aunque nosotros sepamos en quién se convertirá en el futuro, y no logra cuajar.

30 octubre 2014

Los rescoldos del verano

Ya casi se ha vuelto una costumbre que, cuando llega la temporada de otoño, no encontremos ningún estreno que nos llame la atención en las networks. Lo habitual es decir que las series de los canales en abierto no aportan nada, y que las únicas medianamente interesantes están en el cable, pero este año, ese viejo comentario en realidad debería cambiarse por “las novedades del otoño no aportan nada interesante, y han sido las del verano las que han resultado más interesantes”. Es cierto que de las series estivales hemos visto ya su temporada completa, o media temporada, y de algunos de los estrenos más recientes casi no hemos llegado ni al quinto capítulo, pero la tendencia parece estar clara. O lo estaba hasta hace un par de semanas, cuando The CW y Showtime estrenaron algunos de los títulos que guardaban aún en la recámara.

En cuanto a factor de entretenimiento, protagonistas bien elegidos e ideas claras con respecto a qué tipo de serie quieren hacer, pocos estrenos igualan a “The Flash” y “Jane the virgin”, y especialmente a la segunda, con un arranque memorable y muy divertido en el que manejan de un modo experto todos los tonos y piezas de la serie, que no son pocos. También podría decirse que, para no romper la tendencia de los últimos años, las networks sí que han presentado algunas comedias prometedoras, tipo “Black-ish”, “A to Z” y “Selfie”, que se benefician del ritmo de trabajo en las cadenas en abierto para ir puliendo o descartando lo que falla y apostando por lo que funciona. No obstante, en cuanto a dramas con ciertas aspiraciones, sólo ha habido un estreno digno de mención, y ese es “The affair”, en Showtime, cuya narración dual construye una serie intrigante y que no busca el shock, sino explorar las motivaciones y los recuerdos de sus personajes.

Obviando todo esto, el otoño aún no puede situarse, en cuanto a estrenos, a la altura de un verano en el que hubo una racha en la que cada nueva serie que aterrizaba en las parrillas aspiraba enseguida a colarse en las listas de las mejores novedades del año. Bastantes de ellas han pertenecido al cable, ya que el estío es más su época de estrenos, y si han destacado en general por algo, es por resultar bastante diversas en temáticas y tratamientos. Ha habido desde comedias románticas que han conquistado al público poco a poco, como “You’re the worst”, a adaptaciones literarias que resultaban mejores de lo que nadie esperaba, tipo “Outlander”. También ha habido hueco para series de época con un tratamiento muy del siglo XXI, como “The Knick”, y otras más tradicionales que apostaban por crear una atmósfera que engullera a sus personajes, caso de “Manhattan” o hasta “Halt and catch fire”. Y luego estaban las otras series de época, las que se iban al terror más decimonónico y se labraban su propia personalidad en él, que es lo que ocurrió con “Penny Dreadful”.

A grandes rasgos, el verano televisivo ha resultado más estimulante que lo que llevamos de otoño, porque también hay que contar en él producciones no estadounidenses como “The honourable woman”. Los proyectos que se estrenaban eran, en general, más imaginativos, tenían algo que decir más concreto y mejor articulado que buena parte de los estrenos de la nueva temporada, pero éstos tienen todavía la ventaja de que la temporada es joven y aún pueden mejorar. Las comedias, sobre todo, pueden experimentar un notable salto de aquí a diciembre, por ejemplo, algo que los espectadores de “Brooklyn Nine-Nine” el año pasado bien pueden atestiguar. Si no, va a resultar realmente curioso que en las listas de los críticos de las novedades más destacables del otoño figuren dos series tan diferentes como “Jane the virgin” y “The affair”.

29 octubre 2014

Pioneros del PC

Parece que el siguiente paso de AMC no es tanto buscar la sustituta de “Mad Men” y “Breaking Bad”, como expandirse internacionalmente. El próximo 4 de noviembre, el canal aterriza en España y en otros 119 países, y lo va a hacer utilizando dos de sus últimas producciones propias, “The divide”, originalmente para WEtv, y “Halt and catch fire”, su estreno veraniego, que AMC preestrenó anoche en colaboración con Birraseries (en versión doblada, eso no da puntos). Los espectadores españoles verán el día 6 el arranque de este peculiar drama que tardó en encontrar tracción entre la crítica estadounidense, que al principio no estaba muy convencida de que la historia fuera a funcionar tan bien como terminó haciéndolo. Creada por Christopher Cantwell y Christopher C. Rogers, la serie se encuadra en esa tendencia de los estrenos estivales de este año de fijarse en un acontecimiento histórico no demasiado tratado por la ficción televisiva. Si “Manhattan” se iba hasta los años 40 y científicos que estaban desarrollando la bomba atómica para el ejército estadounidense, “Halt and catch fire” se desplaza hasta 1983 y el nacimiento de la industria informática tal y como la conocemos ahora.

Nuestros puntos de entrada en ese mundo son tres; Joe, un ex ejecutivo de IBM extremadamente ambicioso y manipulador; Gordon, un ingeniero cuyos sueños de construir el mejor ordenador se vieron frustrados demasiado pronto, y Cameron, una “niña prodigio” de la informática, con su toque punk, que se mueve en las afueras del mundo corporativo donde viven los otros dos. Los tres se unirán para sacar adelante un proyecto impulsado por Joe, y que cristaliza el ambiente de Salvaje Oeste que se vivía en la época. Todas las empresas se copiaban unas a otras, todas intentaban monopolizar el mercado patentando sus desarrollos y convirtiéndolos en el estándar, y todas estaban al principio de una era llena de posibilidades, en la que las normas se iban haciendo según se daban cuenta de que eran necesarias. Joe aprovecha los resquicios de unas leyes que aún no se habían puesto a la altura de los logros tecnológicos (nunca han terminado de hacerlo) y se lanza a una aventura cuyos beneficios pueden ser tan enormes como sus riesgos.

Dirigido por Juan José Campanella (todo un veterano a estas alturas de la televisión estadounidense), el primer capítulo presenta perfectamente a los personajes y la situación en la que se encuentran, aunque es cierto que, al principio, Joe parece una versión en más alto, y con un coche deportivo más potente, de Don Draper si éste tuviera “Wall Street” como su biblia para hacer negocios. Guarda secretos, se sabe el mejor persuadiendo a los clientes para que compren sus productos (aunque da la sensación a veces de que no es tan bueno como cree) y no tiene ningún reparo en utilizar a todos a su alrededor para conseguir sus fines, algo en lo que Don no era tan obvio. Joe es más un Gordon Gekko de la informática, o es a lo que aspira, y la tensión que tiene con el elemento “creativo” de su empresa (Gordon) reproduce esa vieja dicotomía entre lo comercial y el arte, entre los negocios y la invención.

La época que retrata “Halt and catch fire” puede resultar tan lejana, en cuanto a los avances informáticos, como los años 40 de “Manhattan”, y aunque se maneja bastante terminología técnica, no resulta complicado seguirla. La serie ya se encarga de explicar lo importante, lo que debes saber para comprender por qué lo que están haciendo Joe y Gordon es tan revolucionario, y tan ilegal, y no es necesario ser un experto programador para disfrutarla. Como de costumbre, es el drama humano alrededor del aspecto técnico donde está el centro de atención, y por ese lado, apunta a ser una serie bastante interesante. La personalidad torturada de Gordon y el ingenio sin domar de Cameron ya llaman la atención desde el principio.

27 octubre 2014

El paseo marítimo era de cartón

Más de una vez hemos comentado la peculiar situación que vivió “Boardwalk Empire” a lo largo de sus cinco temporadas en HBO, temporadas que llegaron a su final definitivo anoche. Lo tenía todo para tomar el testigo de “Los Soprano” en cuanto a reconocimiento crítico y tirón entre la audiencia, con el nombre de Martin Scorsese como gran reclamo inicial. HBO ya había conseguido llamar la atención del público más amplio gracias a “True Blood”, y lo que buscaba ahora era recuperar la atención de los Emmy y de la crítica. Tener a Terence Winter, guionista de “Los Soprano”, contando una historia de mafiosos durante la época de la Ley Seca parecía una apuesta segura, pero las reacciones a aquella primera temporada ya anunciaban el extraño limbo en el que iba a emitir el resto de sus capítulos. Contaba con sus fans, sí, pero eran bastante numerosas las voces que se quejaban de que era fría, sin corazón, demasiado perfecta.

El artículo que Tim Goodman le dedica al final de la serie en The Hollywood Reporter es un indicativo de parte de las razones por las que “Boardwalk Empire” no era discutida los lunes con el mismo interés que “Mad Men”, por ejemplo. Las piezas para lograr algo grande estaban ahí, pero sólo algunas de ellas encajaban realmente bien (o sólo encajaron al final, como afirman en Vulture). Goodman se lamenta de que se ha notado demasiado la ausencia de Jimmy Darmody y de que una de las principales virtudes de la serie, que era introducir secundarios que enseguida eran interesantes, tipo Richard Harrow o Gyp Rosetti, acababa yendo en detrimento de los personajes alrededor de los que giraba la trama. Nucky era un tipo complicado, y Steve Buscemi estaba muy bien como él, pero es cierto que, por ejemplo, la trama neoyorquina de Arnold Rothstein y Lucky Luciano aparecía mejor armada desde el principio, aunque para muchos espectadores fuera una distracción.

No es que “Boardwalk Empire” haya pasado cinco temporadas sin pena ni gloria por HBO. Sus audiencias eran bastante decentes, moviéndose en sus buenos momentos alrededor de los tres millones de espectadores, y tuvo varias nominaciones al Emmy a mejor drama y a mejor actor y actriz, y hasta logró premio al mejor secundario para Bobby Cannavale (y un Globo de Oro para Steve Buscemi), pero el listón que se había autoimpuesto (y por el que la juzgaban los periodistas) era demasiado alto. Con “True Blood” como entretenimiento popular pulp, “Boardwalk Empire” tenía que ser la serie de prestigio de HBO, y nunca pudo estar a la altura más que a ratos. No es que fuera mala, pero no era lo suficientemente buena y, sobre todo, no lo era con la consistencia que hacía falta para suceder en el trono a “Los Soprano”.

Para más inri, cinco meses después del final de su primera temporada, HBO estrenaba “Juego de tronos” y, en apenas temporada y media, había usurpado los puestos tanto de “True Blood”, en cuanto a éxito masivo, como de Nucky Thompson en lo que respecta a prestigio crítico. “Juego de tronos” también tardaba en lanzar su trama y pasaba unos cuantos capítulos preparando el escenario para la gran traca final, como es costumbre en los dramas de la cadena, pero tenía algo más de chispa, no estaba abrumada bajo el peso de la ambientación perfecta y de que Martin Scorsese hubiera dirigido su piloto. Es probable que “Boardwalk Empire” no haya tenido la repercusión que se esperaba de ella porque nunca pudo librarse de esa sombra. Le faltaba esa creación en el espectador de una sensación de urgencia por ver el siguiente episodio para romper la fachada impoluta que presentaba, por mucha sangre que se vertiera en el paseo marítimo de Atlantic City.

Música de la semana:  "The Blacklist" tiene algunas elecciones musicales curiosas, como elegir "Go it alone", de Beck, para ambientar un pseudo-streaptease en sombras.

24 octubre 2014

Los otros 48

ALERTA SPOILERS:  No es que vayan a desvelarse grandes cosas del inicio de la segunda temporada de "Los 100", pero si no habéis visto ese homenaje a "El planeta de los simios", y no queréis saber en qué se parece a "Perdidos", no sigáis leyendo.

“Los 100” fue, el año pasado, el equivalente a un equipo del que se espera que descienda y, en su lugar, se clasifica para la Liga de Campeones. Fue el Alavés de aquella final europea contra el Liverpool, o los Phoenix Suns de la temporada pasada en la NBA; un equipo al que las previsiones pintaban más preocupado por el draft del verano, y que acabó a las puertas de los ‘Playoffs’. Como estos ejemplos, de esta serie no se esperaba gran cosa más allá de lo que prometía su premisa de adolescentes dejados a su suerte en una Tierra post-holocausto nuclear, y que se emitiera en The CW. Sin embargo, esta cadena ha demostrado en los últimos tres años, o así, que no hay que descartarla tan fácilmente porque a veces tiene programas más interesantes que el resto de networks y, en concreto, parece haberse quedado la exclusiva en cuanto a historias de ciencia ficción, y de superhéroes, que merecen la pena.

Lo que hace destacar a “Los 100” es su voluntad por explorar todas las consecuencias de su premisa. Dentro de lo que cabe, no tiene miedo por cambiar el estatus quo de la serie o de seguir hasta el final líneas argumentales de las que otras series se apartarían enseguida, y el arranque de su segunda temporada acarrea, además, una ampliación de su mundo que no sólo le va a venir muy bien, sino que ha acrecentado todavía más sus parecidos con “Perdidos”. Los habitantes de Mount Weather parecen los Otros, pero los Otros del pueblecito en medio de la selva y de la encarcelación de Jack, Kate y Sawyer, no de los “salvajes” que se dedican a secuestrar gente en mitad de la noche. Si Clarke se hubiera despertado en su cuarto aséptico a los sones de “Make your own kind of music” o “Downtown”, nadie se habría sorprendido. Porque es muy cierto que “Los 100” lleva en su ADN rastros de muchas otras series, siendo “Battlestar Galactica” una de las más claras, y las escenas de Mount Weather y su presidente con Clarke pueden recordar un poco a “Los juegos del hambre” (y al Distrito 13), pero se queda con lo mejor de todas ellas.

La situación de la nueva temporada, como decimos, abre mucho más el campo de la serie. Los habitantes del Arca desconocen que la Tierra es bastante más compleja de lo que ellos pensaban, que la situación en ella va más allá de si es habitable (y si se puede sobrevivir en ella). Las facciones de los Terrestres apenas empezaron a ser exploradas la temporada pasada (incluidos esos Reavers tan de “Firefly”), y ahora vemos que, además, hay un grupo de ellos que sí se vio severamente afectado por la radiación. El modo en el que los Terrestres entren en juego en los próximos episodios va a ser muy interesante de ver, especialmente con la gente del Arca tomando el mando y descartando a los supervivientes de los 100 como chavales que no saben lo que hacen. Van a llevarse más de una sorpresa desagradable.

Mientras descubrimos qué pasa con ese cliffhanger inesperado con Jaha, lo que sí apunta a continuar siendo uno de los puntos fuertes de “Los 100” es el retrato de Clarke, su heroína. En los primeros capítulos tuvo que aprender a ser una líder un poco a regañadientes, y siempre debatiéndose entre lo que es mejor para el grupo y lo éticamente aceptable (que no siempre iban de la mano), y su cambio de situación va a llevar al extremo la evolución que vivió el año pasado. Como le pasa a ella, a mí también me huele un poco a chamusquina todo el tinglado de Mount Weather, pero habrá que ver si tiene razón o si, por el contrario, está un poco paranoica de más. Pero esta serie ha mostrado varias veces hasta dónde puede estar dispuesto a llegar un grupo por sobrevivir. ¿Hasta dónde llegará Clarke por garantizar la seguridad de sus amigos?

23 octubre 2014

HBO contra Netflix

En su libro “Therevolution was televised”, el crítico de televisión Alan Sepinwall describe el ambiente que había al principio de los 2000, en los canales de cable estadounidenses, como el Salvaje Oeste. No lo hace él directamente, sino a través de las declaraciones de guionistas que trabajaron entonces en “Oz” y “Los Soprano” en HBO, o en “Mad Men” en AMC, hasta en “Buffy, cazavampiros” en The WB. Todos esos canales estaban abiertos a voces originales y proyectos personales porque estaban construyendo su imagen de marca, o se encontraban en una situación tan desesperada, que estaban dispuestas a probar lo que fuera para salir de ella (y, aun así, el ejecutivo de ABC que dio luz verde a “Perdidos” fue despedido antes de que se estrenara la serie). Todos coinciden en señalar que, como contaba “Deadwood”, las “leyes” se iban haciendo sobre la marcha y que todos querían explorar ese Oeste de la ficción de la producción propia.

Después, una vez que las cadenas encontraron éxitos que establecieron su posición en el mercado, se volvieron más conservadoras. Tenían que proteger su imagen de marca, tenían mucho más que perder que antes, así que fueron evolucionando lentamente hacia algo que, empresarialmente, no se diferencia demasiado de las grandes networks. Sin embargo, en Hollywood, el éxito siempre llama a que alguien intente emularlo. Si este año todos los equipos de la NBA quieren utilizar el ataque basado en el movimiento incansable del balón de los vigentes campeones, los Spurs, en la industria televisiva siempre hay actores que quieren imitar a HBO. Starz hasta contrató al ejecutivo que puso en pie las series de ese canal, Chris Albrecht (y que fue despedido después de un escándalo de violencia doméstica y alcoholismo que podría haber sido una trama de “Entourage” sin problemas), para hacerse notar en el cada vez más competitivo mundo de las cadenas con ficción original.

FX, Showtime, AMC… Todas fueron pasando por su momento de “yo también quiero hacer series como HBO”, cada una con sus propias idiosincrasias y su propia imagen, pero ningún caso ha habido que se haya visto como una verdadera revolución, tal y como se vio la entrada de HBO en la arena de las series de producción propia, como el de Netflix. El videoclub por correo fue mutando a un servicio online de vídeo bajo demanda, y las necesidades obligadas por las mayores complicaciones que tenía para asegurarse los catálogos de películas y series de determinados estudios le llevó a producir sus propios títulos. El Salvaje Oeste se ha trasladado a Internet, a las plataformas de streaming, que tienen a la compañía de Ted Sarandos, y no a HBO, como su faro. Con “House of Cards” y “Orange is the new black”, y su método de emisión favoreciendo el maratón de capítulos, Netflix entró en Hollywood como un elefante en una cacharrería, pero conforme se vaya haciendo más grande no sólo tendrá más competidores, sino que irá volviéndose más conservadora.

Por ahí es por dónde pueden colarse Amazon (que ha logrado con “Transparent” su propio “Mad Men”) y Yahoo, pero en el negocio del VOD no sólo entran en juego los títulos originales y exclusivos, sino también la explotación por Internet. Cuando Netflix empezó a producir series, su modelo era HBO, y también era su objetivo; querían superarlos en número de suscriptores (en julio tenían ya 50 millones distribuidos en 40 países), y su éxito ha llevado no sólo a que sitios como Amazon o Sony, a través de PlayStation Plus, se suban al carro, sino a que la propia HBO entre en un juego en el que, hasta ahora, había dicho que no iba a meterse. La apertura de HBO Go, su servicio de streaming, a cualquier suscriptor, sin necesidad de que esté previamente abonado al canal por cable, la sitúa cara a cara con el gigante del VOD. La vieja petición de bastantes espectadores (aquel ya famoso “Take my money HBO”) se hace realidad y recrudece la competencia entre los proveedores de contenidos televisivos. El mercado en Estados Unidos se fragmenta todavía más y se mueve más lejos de lo que se conoce como televisión tradicionalmente. Todo el mundo quiere monetizar sus productos a través de su propio servicio de VOD (como CBS, que tiene también un acuerdo con Amazon), y ya no es nada extraño que los derechos de sindicación de una serie se vayan antes a Hulu que a un canal de cable básico. La industria está cambiando. A qué, nadie lo tiene muy claro.

22 octubre 2014

El deseo tiene dos caras

Táctica Rashomon: dícese de la película, o serie, que cuenta un mismo hecho desde varios puntos de vista diferentes. El nombre viene de una película de Akira Kurosawa, y esta táctica se ha utilizado en bastantes obras audiovisuales desde entonces, muchas veces relacionadas con algún crimen. En televisión, por ejemplo, hay un episodio de “CSI” en el que varios de los personajes recuerdan su entrada en la escena de un crimen que juega, además, con las diferentes maneras de ver el mundo de cada uno de ellos para sacar unos cuantos chistes a su costa. El ejemplo de “Rashomon” vuelve a utilizarse en uno de los estrenos de este otoño, “The affair”, una serie que, con sólo dos episodios emitidos hasta ahora, apunta a ser bastante más que aquella sinopsis de “un adulterio contado desde los puntos de vista del hombre y la mujer que lo cometen”. Pero no puede contarse demasiado de por qué, ya que la gracia está en ir descubriéndolo por nosotros mismos.

El tráiler ya desvelaba que la ventana a los recuerdos de Noah y Alison nos llega a través de unas entrevistas con alguien a quien, en un principio, no vemos (pero del que puede sospecharse con rapidez a qué se dedica), y apuntaba también a que había algún tipo de misterio, o de interrogante sin resolver, que motivaba que ambos contaran la historia de la relación que mantuvieron un verano en Montauk, un popular lugar de vacaciones para surferos y neoyorquinos con posibles que prefieren un ambiente más relajado que el de los Hamptons. De momento, no se especifica cuándo tuvo lugar esa relación, que se desarrolló a espaldas de sus respectivos cónyuges, pero sí parece que han pasado años, y el paso del tiempo colorea el modo en el que ambos recuerdan aquellos días. El paso del tiempo y sus propias emociones, por supuesto, porque de eso va “The affair”, de cómo nuestros recuerdos no pueden tomarse por hechos irrefutables porque cada uno nos acordamos del mismo hecho de manera diferente.

La serie, por ahora, está resultando muy interesante e intrigante. Sus dos protagonistas (fantásticamente interpretados por Dominic West y Ruth Wilson, que son curiosamente dos ingleses haciéndose pasar por americanos) tienen muchas más capas de las que parecen a simple vista, y ni siquiera podemos fiarnos de ellos para hacernos una idea de cómo son. Las primeras impresiones de uno y otra no fueron iguales, y los puntos vitales en los que se encontraban en aquel momento tampoco lo eran. Noah acababa de publicar un libro y estaba feliz con su mujer y sus cuatro hijos; Alison y su marido atravesaban una época un poco más complicada. Contar algo más es estropear lo que hace que “The affair” merezca la pena. La información se dosifica de un modo que siempre nos va desvelando cosas nuevas de sus personajes, y que busca también engancharnos, claro. Esto no es “How to get away with murder” y su doble narración temporal  con giros a lo “Scandal”, o la narración hacia atrás de los flashforwards de “Damages”; “The affair” es más contemplativa, teje una atmósfera en la que siempre da la sensación de que los personajes ocultan cosas, de que detrás de ellos hay algo más de lo que dejan ver, aunque sea algo inofensivo.

En la serie se notan trazas de los dos trabajos previos de su co-creadora, Sarah Treem, en “In treatment” y “House of Cards”. Su colaborador es el guionista Hagai Levi, que también escribió para la serie HBO y que creó el original israelí en el que se basaba, y entre sus productores ejecutivos figura Eric Overmyer, colaborador de David Simon en “The Wire” y “Treme”. Todos ellos entrelazan ese interrogante, que no empieza a vislumbrarse hasta el segundo capítulo, con la relación entre Noah y Alison, cómo afecta al resto de sus vidas y, sobre todo, cómo la recuerdan, o cómo han elegido recordarla. Las diferencias entre sus memorias pueden ser nimias, como qué tipo de peinado llevaba ella la primera vez que se vieron, a dos conversaciones muy diferentes que acaban en su primer beso. La dicotomía entre sus recuerdos, y cómo esas diferencias construyen a los personajes, es de lo más interesante de “The affair”. Eso y dejarse llevar por su propuesta.

20 octubre 2014

La pasión de los fans

A veces, subestimamos la pasión con la que los fans ven su serie favorita. No es sólo que les guste y les entretenga, sino que llena buena parte de sus horas de ocio con otro tipo de actividades relacionadas con ella, y que van más allá del visionado de cada episodio. Los comentan por Twitter y foros, comparten gifs con los mejores momentos por Tumblr, hacen vídeos homenaje a los personajes que cuelgan en YouTube, organizan clubes de fans y páginas web dedicadas a esa serie en concreto, escriben fanfics y, si se organiza una votación online para elegir la mejor serie emitida en 2014 en España, moverán cielo y tierra para que su serie acaba lo más arriba posible en ella. Alrededor de la serie se forma una comunidad de gente que comparte su pasión por ella, y es una comunidad muy activa y muy ruidosa cuando llega el momento de defender la serie en eventos como el Birraseries Fight Club que cerró la edición de este año del Festival de Series.

El debate y competición entre las ocho series que habían superado la fase inicial de votos a través de la web de Birraseries llegaba precedido por cierta controversia sobre la cualificación de algunos títulos para estar en el Elite Eight (en los cuartos de final, que diríamos). Se cruzaron por Twitter las opiniones de quienes estaban ojipláticos de ver cómo “Arrow” y “Beauty and the Beast” subían por delante de títulos como “True Detective” o “Fargo”, con quienes proclamaban a los cuatro vientos las razones por las que estaban enganchados a esas series, y el animado y en ocasiones descontrolado ambiente que se vivió en el gran enfrentamiento final del domingo por la tarde no hizo más que exponer, una vez más, la pasión y la entrega con la que el fandom vive su programa favorito. Dejando de lado la vieja (y a veces bizantina) discusión de qué hace que una serie sea buena, lo que quedó muy claro es eso; tener un grupo de fans entregados es todo un tesoro.

Y un arma de doble filo. Los fieles más acérrimos del show lo defenderán a capa y espada de todo lo que consideren una crítica injusta, lo promoverán por todos los medios imaginables y harán todo el ruido posible para darle más visibilidad, pero toda se entrega puede transformarse en una virulencia extrema si su amor pasa a ser decepción. No hay crítico más feroz que un fan desengañado, y Damon Lindelof y Carlton Cuse lo saben muy bien. El fandom puede organizar campañas para salvar su serie de la cancelación, y hasta poner dinero de su propio bolsillo para que regrese de algún modo de entre los muertos, pero ay de la serie que pierda su favor. No es que dejen de verla, es que el hate-watching será el modo por defecto con el que se acercarán a ella.

Los fans pueden llegar a los extremos de ser más papistas que el Papa, de creer que saben lo que es mejor para la serie de una manera mucho más acertada que sus guionistas y creadores. Pueden convertir en su pasatiempo preferido no ver y disfrutar cada episodio, sino dedicarse a buscar errores, a quejarse amargamente por rumores de giros en la trama antes de haberlos visto. Pueden ser tanto un maravilloso activo para las series, como un tremendo incordio (siempre pensaré que, en cuanto una serie deja de gustarte, lo que hay que hacer es abandonarla, no entregarse a la autoflagelación,  pero hay gente para todo). La voz del fandom se deja sentir con mucha fuerza siempre que hay votaciones populares, y lo curioso es que suelen surgir los mismos comentarios sobre quienes ganan dichas votaciones que cuando una serie que no es del gusto mayoritario de Twitter se lleva el Emmy, y que se resumen en “no tiene calidad para estar ahí”. Lo que tiene es un grupo de fans entregados a la causa. La calidad, en cuanto a de qué cosas somos fans, es subjetiva.

19 octubre 2014

El honor de Nessa Stein

Hugo Blick no hace series para todos los públicos. Su anterior miniserie para BBC, 'The shadow line', exploraba las difusas líneas que separaban a policías y jefes de organizaciones criminales a través de una conspiración llena de secretos y una atmósfera bastante malsana, lograda con un ritmo muy lento y muchas vaguedades en las relaciones entre sus personajes. 'The shadow line' no era fácil de seguir, y comparada con ella, el primer episodio de 'The honourable woman', su siguiente trabajo para la cadena, parece un thriller de acción. Pero sólo lo parece. Ver ese primer capítulo dentro del Festival de Series de Canal+, en una sala en la que más de la mitad del público ni siquiera había oído hablar de esta serie, fue una experiencia curiosa porque adaptarse al ritmo que Blick da a la historia de Nessa Stein no es sencillo.

Nessa, interpretada por Maggie Gyllenhaal, es la heredera de la empresa de armas de su padre, un importante magnate israelí. Sin embargo, ella quiere hacer algo de provecho con el legado de su padre, algo que se ve constantemente torpedeado no sólo por la situación entre israelíes y palestino, sino por los propios secretos del pasado de Nessa y de su familia. Resulta muy curioso que BBC Two emitiera esta serie justo cuando Isarel estaba bombardeando Gaza este verano, porque sólo en la primer episodio ya se nos explica bastante más del conflicto de Oriente Medio que en todos los telediarios que pudiéramos ver entonces. El monólogo en voz en off con el que se abre la miniserie ya deja claro que los secretos y las intenciones ocultas de cada uno de nosotros van a ser los principales temas de la historia.

Ese primer capítulo de 'The honourable woman' va ganando tracción con el paso de los minutos. De lo que parece una presentación de personajes bastante morosa, enseguida vamos pasando a un tramo en el que empiezan a pelarse las capas que hay bajo Nessa, bajo esa imagen de gran compostura y flema británica con la que se enfrenta a todos los problemas que se le presentan. Sin embargo, ese secreto de su pasado (y probablemente también los pecados de su propia familia) amenaza con hacer descarrilar la vida que se ha construido para ella, una vida que, problabmente, en el interior de Nessa descarriló hace tiempo. El capítulo inicial tiene una estructura paralela muy interesante entre ella y el agente del MI6 encargado de Oriente Medio, al que interpreta un Stephen Rea que en "The shadow line" ya era un muy peculiar asesino a sueldo.

"The honourable woman" destaca también por unos espectaculares planos nocturnos de Londres, en los que se juega con las sombras y la composición para dar una sensación ominosa muy conseguida. Visualmente, es una miniserie muy interesante, en la que se repiten constantemente las tomas de cortinas meciéndose con la brisa que entra por una ventana abierta. ¿Es la brisa de los secretos que saldrán a la luz?

Música de la semana: Que el nuevo escenario de "American Horror Story" sea un circo de "curiosidades" está permitiendo que Ryan Murphy se esté marcando su propia versión monstruosa de "Glee". Si en el primer capítulo teníamos a Jessica Lange cantando "Life on Mars", en el segundo le tocó el turno a Sarah Paulson con "Dream a little dream of me", canción que The Mamas & The Papas que luego ha versionado todo el mundo, incluido el reparto de "Glee".

16 octubre 2014

La teoría de los títulos de los capítulos

Es curiosa la teoría que circula desde la pasada temporada alrededor de “The Good Wife”. Sus fans más asustadizos se han pasado casi desde la segunda entrega temiendo que sus audiencias, no demasiado altas para el estándar de CBS, la llevaran a una cancelación prematura, pero su prestigio crítico y su presencia en los Emmy compensa que la semana pasada hiciera un 1,3 en los demográficos. “Mad Men” mataría por los más de diez millones espectadores que suelen seguir las peripecias de Alicia Florrick (una cifra que “Breaking bad” consiguió sólo en su último episodio), pero sí que es cierto que, al haber entrado ya en la sexta temporada, han empezado a circular especulaciones de hasta cuándo seguirá la serie en antena. Esas especulaciones se han hecho todavía más insistentes cuando saltó ayer la noticia de que Archie Panjabi dejaría “The good wife” al final de esta temporada, pero llevan sonando desde la quinta entrega y lo hacen basándose en algo que, de primeras, puede sonar a broma; el número de palabras en los títulos de los episodios.

Hasta la cuarta entrega, estos títulos iban en consonancia con la temporada en la que se encuadraban; una palabra para la primera campaña, dos para la segunda, tres para la tercera y cuatro para la cuarta. En la quinta, sin embargo, en lugar de ampliar las palabras de los títulos, volvieron a caer a tres, y en la sexta han pasado a ser sólo de dos. La rumorología afirma que, el año que viene, se utilizarán otra vez nombres de una única palabra, y se anunciará que, además, es la última de la serie. Por un lado, es coherente con una sensación que siempre se ha tenido con “The Good Wife”, y es que CBS nunca va a cancelarla así como así, sino que optará por anunciar en mayo que la siguiente temporada será la última. Por otro lado, y sin haber ningún tipo de declaración oficial al respecto ni por parte de la cadena ni de Robert y Michelle King, la historia de Alicia sí parece estar entrando en una etapa que representaría un interesante cierre de círculo en la séptima entrega, y que demostraría todo lo que ella ha avanzado desde aquella rueda de prensa que daba inicio al piloto.

La marcha de Archie Panjabi da alas a este rumor. No tendría por qué hacerlo, porque en las series es normal que se vayan personajes importantes sin que signifique automáticamente que se acerca su fin, pero conociendo cómo funcionan los King, no sería nada extraño que fuera una indicación de que, como “Mad Men”, el siete será su número definitivo también. Eso sí, la marcha de Kalinda no va a ser tan devastadora como si hubiera ocurrido hace dos o tres entregas. Aquella desafortunada subtrama con su marido pareció torpedear los intentos por hacer evolucionar el personaje, por mantenerlo como integral al resto de la serie. Kalinda siempre ha operado en una serie ligeramente diferente a los demás personajes, y cuando se queda desconectada de ellos, termina sufriendo más de la cuenta.

Sin entrar en spoilers, da la sensación de que el camino para su marcha se está preparando desde el principio de esta sexta temporada, y hasta pudo plantarse ya en la quinta, cuando habla con Will y le deja caer que está pensando en irse de Lockhart/Gardner y hasta de la ciudad. Kalinda fue un personaje muy importante al principio de la serie, pero ha ido perdiendo protagonismo progresivamente, y no sólo a partir de la disolución de su amistad con Alicia. La trama con Lemond Bishop está colocándola de nuevo un poco más en el centro, y es probable que sea justo lo que esté preparando su huida final. ¿Será realmente la confirmación de esa teoría loca del número de palabras en sus títulos, y adelantará el anuncio de que la séptima temporada será la última de “The Good Wife? En bastantes sitios se da por supuesto (en BuzzFeed, sobre todo, pero hay que tener en cuenta que son muy proclives a las teorías locas), y encajaría con el momento en el que, seguramente, finalizan los contratos de sus actores. En mayo, seguramente, sabremos si hay algo de verdad en todo esto.

15 octubre 2014

Lo oscuro es lo normal

Lo extremo se ha vuelto mainstream. Es la idea detrás de un artículo de Time, que extrae esa conclusión a partir del último récord de audiencia de “The Walking Dead”, récord que ha ido superando año a año, con cada estreno de la nueva temporada. En la demo joven, sus 8,8 puntos ganan a los mejores datos en ese aspecto hechos por “The Big Bang Theory”, y el fenómeno desatado a su alrededor por todo lo relacionado con el apocalipsis zombie no tiene visos de pararse. En Time apuntan también que la época convulsa e insegura en la que vivimos lleva a que se apueste más por historias ambientadas en distopías y en mundos que se acaban porque se ha interiorizado la idea de que, realmente, el mundo puede estar a punto de acabar en cualquier momento. Los 80, con su paranoia por el final de la Guerra Fría, y finales de los 90, con los “miedos” por la llegada del nuevo milenio, vieron también un repunte de ese tipo de historias, pero quizás no hasta el extremo que ejemplifica el gran éxito de “The Walking Dead”.

Quizás se ha llegado también a ese “lo extremo se ha vuelto mainstream” a través de películas de terror muy gráficas, como la saga “Saw”, y a la tendencia televisiva de que los antihéroes y las tramas oscuras son lo único que merece la pena considerar a la hora de hablar de “series de prestigio”. Los títulos del cable quisieron imitar la violencia y el lado oscuro de “Los Soprano”, por ejemplo, obviando que había también mucho sentido del humor en ella, y cada vez que se recupera una vieja serie de los 70 o los 80, la clave para diferenciarla del original es hacerla más oscura (ahí también tiene parte de la culpa “Battlestar Galactica”). Se ha llegado a un punto tal de saturación, que es normal que “The Good Wife” parodie esas series que se regocijan en la oscuridad y en la amoralidad de sus protagonistas, presentándolas como sus pretensiones de trascender y de ser consideradas obras de arte. La propia “The Good Wife” puede ser muy cínica y muy amoral, pero se lo toma con un poquito más de cachondeo. No me imagino a ningún personaje de “Ray Donovan” referenciando el discurso de la pastilla azul y la pastilla roja de “Matrix” como hace Eli Gold.

Las audiencias se jactan de haberlo visto todo, de haberse vuelto más exigentes, de ser menos pacientes con quienes intentan darles gato por liebre, así que busca impactarlas enseguida, mantenerlas constantemente en guardia con giros imprevisibles en la trama, la sensación de que nadie está a salvo de morir y una atmósfera que deja a la ciudad de “Seven”, o a la de “Dark City”, a la altura de la playa más soleada del Caribe. La pugna interior en “Gotham” por abrazar la oscuridad, que ya no es en absoluto novedosa al hablar del universo de Batman, o permitirse un toque algo más liviano es lo que impide que acabe de cuajar, por ejemplo, pero es que tampoco todos los mundos pueden ser tan deprimentes como el de “The Killing”. A algunas historias les va más esa oscuridad, y otras no dejan de ser interesantes pese a centrarse más en una familia normal y corriente cuyos mayores problemas no son que sus vecinos sean muertos vivientes, sino que son unos gorrones que siempre están mangoneándoles. La oscuridad, a veces, lo único que hace es impedir que, de primeras, se vean los defectos, pero se ven. ¿O no es eso a lo que nos referimos cuando decimos que nos hemos vuelto más exigentes?

14 octubre 2014

La nueva Carol

ALERTA SPOILERS: ¿Cómo lleváis a los muertos vivientes de "The Walking Dead"? ¿Habéis visto el primer capítulo de la quinta temporada?

El estreno de la quinta temporada de “The Walking Dead” ha hecho que la blogosfera estadounidense haya estado estos últimos dos o tres días inundada por artículos sobre dos temas en concreto; el espectacular récord de audiencia del primer capítulo (es la emisión más vista en el cable sin ser deportiva, desbancando a “High School Musical 2”) y la evolución que ha vivido Carol desde la mujer maltratada y callada del principio, a la superviviente dispuesta a transformarse en una versión light del Gobernador para rescatar a sus amigos de las fauces de los traumatizados y violentos habitantes de Terminus. Fauces es un buen término, porque lo que sospechábamos al final de la cuarta temporada, que atraen a los viajeros sólo para matarlos como si fueran ganado después, se confirma en el inicio de la quinta. Scott M. Gimple, el showrunner de la serie, afirma que no son caníbales, pero esa despensa de los horrores de Terminus no deja demasiado espacio para que pensemos otra cosa.

El primer capítulo continúa girando sobre el tema que explora “The Walking Dead” desde el principio; si es necesario que te conviertas en una mala persona para sobrevivir en ese mundo infestado por los muertos que caminan y los vivos muertos por dentro, y si no vale con sobrevivir, sino que además tienes que merecer esa supervivencia. El grupo de Rick se enfrenta a ese dilema periódicamente, siempre que les pasa como a Tyreese, y experimentan un trauma que les hace bajar los brazos y dejar de pelear. Hasta que les obligan a hacerlo de nuevo. Rick ha vuelto a su modo ricktator, pero como bien apuntan unos cuantos blogs americanos, la que debería ser la nueva líder del grupo, por su capacidad resolutiva y sus recursos, es Carol. Aquel momento con Lizzie terminó de confirmarnos que ya no es no sólo la mujer de la primera temporada, sino que tampoco es la de la granja de Herschel, que se dedicaba a emponzoñar la convivencia del grupo cuestionando las decisiones de Rick y los puntos de vista de Dale o Shane.

El nuevo mundo ha moldeado a Carol, la ha endurecido lo suficiente para darse cuenta de que ya no se puede perder el tiempo en minucias como si queremos seguir siendo humanos o no. Sobrevivir es el imperativo principal, y si hay que tomar medidas extremas, como volar un tanque de propano y dejar que los zombies campen a sus anchas por Terminus, se hacen. Pero todavía retiene algo de humanidad, sabe que sólo con la mentalidad del carnicero o las reses no se va a ningún sitio, más que a encontrar un final violento como el que también vivieron los criminales que aterrorizaron Terminus inicialmente. Quien a hierro mata, a hierro termina, que se dice. La continuada evolución de Carol y su nuevo papel en el grupo puede ser interesante. Tyreese la ha perdonado por lo que hizo en la cárcel, y Rick le está agradecido por haber mantenido a Judith a salvo, ¿pero aceptará que ella participe en la toma de decisiones? ¿Y explotará Tumblr de nuevo si Daryl y Carol comparten otro abrazo como el del primer episodio?

Aunque ese “No sanctuary” fue un arranque de temporada muy impactante, quizás lo que ha terminado dando más que hablar ese esa escena post-créditos (totalmente a lo “Agents of SHIELD”) en la que vemos de nuevo a Morgan, la primera persona con la que Rick se cruza al salir del hospital de Atlanta, y que parece estar en mejores condiciones que la última vez que el sheriff, Carl y Michonne se lo encontraron, atrincherado en un edificio a prueba de caminantes, y de intrusos. ¿Rick ha seguido dejándole esas marcas en los árboles para que pueda seguir su rastro y reunirse con él? ¿Traerá problemas? Cualquier superviviente puede ser un quebradero de cabeza, una potencial amenaza que vea al grupo como esas reses a las que matar para poder prevalecer.

13 octubre 2014

El circo de las "curiosidades"


Todos somos freaks. Ése ha sido el leitmotiv de Ryan Murphy a lo largo de su carrera como guionista y productor televisivo. En sus series de instituto, los marginados por los chicos populares son los protagonistas, los que aprenden a aceptar que sus rarezas los hacen únicos y tan especiales como los demás, y en cada una de las cuatro temporadas de “American Horror Story” emitidas hasta la fecha, el impulso ha sido el mismo, ya fuera centrado en fantasmas en una casa diabólica, en los pacientes de un manicomio infernal, en las integrantes de un aquelarre de brujas que venera a Balenciaga o en la cristalización definitiva de ese leitmotiv; un circo de “monstruos”. Esos monstruos, o rarezas físicas, son a los que se refería originalmente la palabra freak, que ahora se utiliza alegremente para definir a gente con personalidades extrañas o, en su españolización friki,  a lo que en inglés sería un geek, alguien con un entusiasmo exacerbado por un pedazo de cultura minoritario.

Los freaks eran los protagonistas de los gabinetes de curiosidades del siglo XIX, repletos de engendros del mundo animal y de fotos de niños-perro que, al igual que los esqueletos de las sirenas, acababan siendo falsificaciones que sólo buscaban atraer a más público. Uno de esos gabinetes, y su circo correspondiente, se ve en “Humbug”, el capítulo de la segunda temporada de “Expediente X” que introdujo la serie por el camino del humor y la autoparodia, pero el que vemos en “American Horror Story: Freak Show” busca asustarnos y, a lo mejor, que empaticemos con algunas de esas personas expulsadas de la buena sociedad por sus deformidades. El referente más claro en este aspecto es “La parada de los monstruos”, la película de Tod Browning, de 1932, que traía al frente a los habitantes de uno de esos circos. Murphy y Brad Falchuk la han visto seguro, pero han añadido sus propios gustos y obsesiones, incluido un asesino en serie sanguinario y despiadado que, en este caso, parece salido de las peores pesadillas de Stephen King.

Ese payaso pone el toque de slasher a una historia que, en su arranque, se centra en Bette y Dot, las siamesas a las que dan vida Sarah Paulson y unos efectos especiales, y encuadres torcidos, muy efectivos, y su relación con Elsa, la directora de ese circo de “curiosidades”, desesperada por encontrar nuevos artistas que atraigan al público. Sin embargo, haber puesto la carpa en un pequeño pueblo de la Florida profunda, en 1952, lo único que atraer prejuicios y suspicacias. Y que los habitantes del pueblo aprovechen a algunos de los freaks para sacar a la luz sus frustraciones. Elsa es, teóricamente, la última colaboración de Jessica Lange con Murphy en la tele, y su papel vuelve a ser el de una diva total. En este caso, es una mezcla entre Marlene Dietrich y los delirios de fama y grandeza de Norma Desmond en “El crepúsculo de los dioses”, con la salvedad de que Elsa nunca saboreó las mieles del éxito, ella no tuvo la oportunidad de que se le quedaran pequeñas las películas.

Las  cuatro temporadas de “American Horror Story” son una carta de amor del guionista a Lange, revitalizando su carrera en medio de esos universos malsanos y excesivos que  crea en cada entrega. Todos los personajes que ha interpretado la veterana actriz están unidos entre sí por su nostalgia por los tiempos pasados y por el paso del tiempo. Algunos pretenden detenerlo y hasta darle marcha atrás, como ocurría con la Suprema de “Coven”, y otros viven anclados en el pasado. El contraste entre ese tiempo en el que cree vivir y el de verdad siempre resulta traumático.

12 octubre 2014

El caso contra Carrie

¿Cómo puede una serie recuperarse de los cubos de odio que le cayeron encima en la temporada anterior? ¿Cómo puede "Homeland" lograr que se juzgue su cuarta temporada por sí sola, sin que planeen otra vez las viejas críticas sobre el manejo de Brody en las entregas anteriores? ¿Se puede escapar del hate-watching? Todas esas preguntas planean sobre esta nueva entrega de la serie de Showtime, una entrega en la que las tramas se resetean porque ya no tienen ninguna relación con Nicholas Brody, y en la que lo que se mantiene en su centro es lo que ha estado siempre ahí; la inestabilidad emocional de Carrie Mathison.

Realmente, lo que parece es que los hate-watchers a quien no pueden soportar es a Carrie, lo que evidentemente es un problema porque, sin Carrie, no hay serie. Su obsesión por perseguir la resolución a un problema determinado sin pensar en las consecuencias, su tendencia a ir por libre sin escuchar a nadie, su incapacidad por ver los problemas de alguien que no sea ella misma... Todo eso forma parte del ADN del personaje desde el principio, es lo que lo hace imprevisible; a veces muy certero y bueno en su trabajo y. a veces, un verdadero incordio. Carrie es como el free jazz que le gusta escuchar, puede ser muy interesante o un galimatías, pero no deja indiferente, y ella tampoco lo hace. Y si no fuera por su manía por meterse donde no le llaman, no tendríamos serie, claro.

La cuarta temporada parece que se va a centrar otra vez en lo que siempre se les ha dado mejor, que es el lado del espionaje. Las agencias y empresas de inteligencia aquí no son esos dechados de eficiencia que nos muestran las películas. Las forman personas, y esas personas están sujetas a equivocaciones, a confiar en malos datos y en fuentes que, al final, las venden al enemigo (lo que tal vez sea lo más realista que se ve en "Homeland", ya que el ataque favorito hacia ella es que no es realista). La red de intereses cruzados en Pakistán y Afganistán que Carrie tendrá que navegar para averiguar la verdad sobre ese ataque aéreo que abre el primer episodio seguramente le dará su columna vertebral a esta nueva etapa de la serie.

Y Mathison va a seguir siendo el centro de todo, como siempre, y va a seguir alienando a todo el mundo a su alrededor en su "visión de túnel" cuando se enfrenta una de estas investigaciones. Peter Quinn y su hermana se lo repiten varias veces en el arranque doble de los nuevos capítulos; no todo gira en torno a ella, hay otras personas a su alrededor que no se ven capaces de seguirla en su avance kamikaze hacia delante y, tal vez, ese avance ni siquiera es bueno para ella. Pero Carrie nunca ha sabido escucharles. Puede darse a sí misma un poco de miedo cuando se queda sola con su hija, pero eso sólo confirma su idea de que tiene que seguir sola y centrarse en su trabajo, tiene que averiguar quién la engañó. No quién engañó al gobierno de Estados Unidos, sino a ella personalmente. Y así ha sido Carrie desde el principio.

Música de la semana: Una de las cosas que pueden funcionar mejor en una serie es utilizar una música animada en una secuencia que no lo es en absoluto. Es una de las cosas que sabía hacer "Helix", y "Agents of SHIELD" ha hecho algo parecido esta semana con Jemma Simmons y "God help the girl", una canción que Belle & Sebastian grabaron hace tiempo, pero que su líder, Stuart Murdoch, quería utilizar para una película. La película es un musical del mismo título, y la versión que se escucha en la película la canta la actriz Emily Browning.

10 octubre 2014

Una flecha verde oscuro


ALERTA SPOILERS:  Si no habéis visto el inicio de la tercera temporada de "Arrow", volved cuando hayáis visto si ha habido avances en el frente Olicity.

Realmente, no es demasiado justo comparar las series de superhéroes que acaban de aterrizar en las pantallas con “Arrow”. No porque ésta sea la “Battlestar Galactica” de estos títulos, sino porque acaba de empezar su tercera temporada y ha tenido más tiempo que las demás para darse cuenta de lo que funcionaba y lo que no. Resulta curioso leer de repente en unas cuantas webs estadounidenses que es la que ha conseguido hacer bien las historias de superhéroes en televisión, o que es la mejor franquicia de superhéroes en la pantalla, cuando ni su cadena (The CW) ni las reacciones que suscitó durante su estreno en 2012 permitían suponer que esto fuera a pasar. Pero Greg Berlanti, Andrew Kreisberg, Marc Guggenheim y hasta Geoff Johns (jefazo de DC) tienen muy claro lo que quieren contar en cada temporada de “Arrow”, y eso es algo que siempre viene bien en títulos que pueden perderse en historias accesorias con mucha facilidad.

Tampoco es que la serie sea “The Good Wife” en cuanto al tratamiento de los temas que subyacen bajo cada tanda de capítulos, pero al menos tienen la ambición por explorar a su héroe, un Oliver Queen que sigue dividido entre qué identidad quiere ser, la del justiciero encapuchado o la del niño rico que regresó de entre los muertos. Pero ni siquiera es ya el Oliver que era antes, así que, ¿quién es en realidad? Esa pregunta se introduce en el primer capítulo de la tercera temporada, un capítulo que sufre de esa necesidad que tienen algunas premieres de ponernos al día de lo que ha pasado hasta ahora, de presentar las líneas maestras para el resto de episodios y hasta de darnos algunos detalles de cómo ha evolucionado la relación entre los personajes. Estos inicios tan llenos de cosas tienden a quedar un poco inconexos y a saltos, pero el de “Arrow” al menos nos deja con un final que no veíamos venir; la muerte repentina de Sarah.

¿Qué hacía ella de vuelta en Starling City y quién la mató? Esas dos preguntas, al parecer, van a impulsar, como mínimo, el tramo otoñal de la temporada, y hasta parece que van a tener su propio “The last call” en el próximo episodio, titulado “Sarah” y en el que todos los personajes tienen que afrontar la muerte de la primera Black Canary. Desde luego, esto tiene toda la pinta de ser el inicio del camino de Laurel hasta asumir la identidad heroica de su hermana, y esperemos que también signifique que por fin empiezan a utilizarla mejor. Pero hasta llegar a ese momento final, este “The calm” va a ser diseccionado por las shippers de Olicity por esa primera cita entre Oliver y Felicity que acaba realmente mal, y por la asunción de ambos de que sienten algo uno por el otro, pero no saben muy bien cómo actuar. Esa cita, por cierto, sería un programa doble realmente simpático con la primera de Danny y Clara en “Doctor Who”.

Con el asesinato de Sarah ya tenemos misterio para la temporada, y tenemos también posible némesis para Oliver en Ray Palmer, ese millonario geek que compra Queen Consolidated. Como decía una crítica americana, los presidentes de la compañía siempre han jugado un doble papel, así que Palmer todavía tiene que mostrar cuántos problemas puede causar (sí, sé que en los cómics es el superhéroe Atom, pero los responsables de la serie han dicho que no van a ir tanto por ahí). Sí tiene una relación divertida con Felicity, de la que parece una versión en alto, masculino y millonario. Y que lo interprete Brandon Routh, el Superman de Bryan Singer, no deja de ser la guinda del pastel.

09 octubre 2014

Entre Michael Keaton y Christian Bale


ALERTA SPOILERS:  Esto es sólo para quisquillosos que ni siquiera quieran saber quién era el villano de la semana en el capítulo de esta semana de "Gotham".
 
Y al tercer capítulo, “Gotham” dejó de molar. El deporte favorito de la semana de su estreno, decir que era la serie de superhéroes que “Agents of SHIELD” no podía ser, se fue por la ventana en cuanto apareció el Hombre de los Globos, ese justiciero que se dedica a matar a todos aquellos tipos poderosos que han fallado a la ciudad esposándolos a un globo meteorológico y dejando que se los lleve el viento. Las acusaciones de que Bruno Heller ha visto demasiado las dos películas de Batman de Joel Schumacher no se han hecho esperar, y ahora parece que la nueva moda va a ser el hate-watching (como si no fuera suficiente por ese lado con la cuarta temporada de “Homeland” y sus masoquistas). Con sólo tres episodios de su primera temporada, es un poco prematuro defenestrar así a “Gotham”, pero así funcionan la crítica y el fandom televisivos actuales.

La serie tiene todavía bastante que mejorar. Los diálogos no es que destaquen por su sutileza o su ingenio, y hay personajes, como Barbara Kean, que están ahí como herramientas de la trama, más que porque sean personajes con algún tipo de fundamento. Probablemente, Heller quiere abarcar demasiadas subtramas y demasiados personajes en cada episodio, incluyendo siempre al Pingüino, la guerra fría entre Fish Mooney y Falcone, el caso que Bullock y Gordon deben resolver y lo que esté haciendo Bruce Wayne en ese momento. Hay partes que funcionan mejor, o que tienen potencial para hacerlo, y otras que aún no han encontrado su camino, y mientras la estética de callejones y cielos nublados es muy eficaz, Montoya y Allen, por ejemplo, vagabundean por ahí sin demasiado sentido. Quizás parte de la culpa de esas decepciones tan tempranas con la serie la tenga que su tono está apartándose del de la trilogía cinematográfica del Caballero Oscuro de Christopher Nolan, una trilogía que está también demasiado mitificada por los fans.

“Gotham” no es todavía una serie plenamente formada y tiene claros defectos, y además de todo eso, las expectativas de que íbamos a ver algo así como “Batman begins” en la tele se han vuelto contra ella. La atmósfera de la serie puede ser más nolaniana, o más de “Seven”, pero el tono hacia el que se están moviendo personajes y tramas parece estar más cerca del Batman de Tim Burton. Algunos críticos estadounidenses han apuntado esa circunstancia, notando que, también, “Batman: La serie animada” quizás arroje una sombra más alargada sobre “Gotham” de lo que parece. El Hombre del Globo habría sido un villano muy de esos dos referentes (hasta con esos ligeros toques de humor negro y absurdez que están empezando a incluir), y es cierto que, en general, los malos están dibujados más en el molde del Joker de Jack Nicholson, y sin llegar al nivel del Enigma de Jim Carrey.

Fish, o los secuestradores de niños del segundo episodio, tienen unas cualidades más burtonianas que nolanianas, pero luego nos encontramos en el otro espectro con Carmine Falcone o con el retrato que se busca del joven Bruce. En realidad, la serie parece encaminarse hacia un equilibrio entre ambas formas de presentar este universo, un equilibrio que no es nada sencillo de conseguir (y que igual sólo alcanzó la serie de dibujos animados), y del que aún es pronto para saber si terminará escorándose más hacia un lado o hacia el otro. De momento, la traslación más “fiel”, como quien dice, del método Nolan de los superhéroes es la de “Arrow”, y esa traslación necesitaba a Felicity para darle unos toques de ligereza que le dieran algo de vida a esas calles bañadas siempre por la luz verdosa de las farolas de Starling City.

08 octubre 2014

Sobredosis heroica


¿Hemos llegado al punto de saturación de los superhéroes? Si no es así, ¿está cerca de llegar ese momento? Es una pregunta que el mundo del cine lleva tiempo preguntándose, sin que haya una respuesta clara. Cuando parece que una película puede significar el declive del subgénero, termina dominando todas las taquillas como ha hecho “Guardianes de la galaxia”, y mientras Hollywood sigue exprimiendo todo lo que puede el limón, la cuestión se ha trasladado a la televisión, donde los cómics son las nuevas sagas literarias que adaptar. Hay una decena de series basadas en ellos en emisión o a punto de estrenarse, con “The Walking Dead” como el exponente más exitoso, pero también es la excepción. Es la única capaz de superar los diez millones de espectadores y de liderar en la demográfica joven, y la única que se ha convertido en un fenómeno. Entre las demás, hay algunas que funcionan bien, pero no se pueden comparar a los zombies de la AMC.

Conforme han ido pasando las primeras semanas de la temporada televisiva, se ha visto que lo que parecía un potencial triunfo, va a quedarse en algo más terrenal. Fuimos todos demasiado rápidos, por ejemplo, en determinar que “Gotham” iba a ser el éxito masivo que no está siendo “Agents of SHIELD”, pues lleva dos semanas dejándose por el camino parte de los espectadores que la siguieron en su estreno. Mientras tanto, la serie de ABC vive agarrada a los datos de Live+3 y Live+7, que teóricamente este año van a ser tan importantes para las cadenas como las audiencias en directo. El goteo de justicieros continuó ayer con el estreno de “The Flash” en The CW (el mejor de la cadena en cinco años) y seguirá hoy con el regreso de “Arrow”, una serie que, con menos expectativas y un umbral de éxito más modesto, está sobreviviendo la mar de bien a esta sobredosis superheroica.

Si estas series quieren mantener la atención de los fans de los cómics, no pueden salirse demasiado de su temática y su tono, y si pretenden buscar al público masivo, a lo mejor pierden a los fieles que pueden salvarlas cuando se vean en la burbuja. Lo geek no es tan mainstream como nos hacen creer, así que el listón no puede ser tan alto. Situaciones como las de “The Walking Dead” se dan muy de vez en cuando, del mismo modo que no es tan habitual que una serie como “Juego de tronos” (de fantasía, aunque lo disimule) sea un fenómeno global. El punto de saturación de los superhéroes televisivos puede alcanzarse el año que viene, con “Supergirl” en CBS y el desembarco de Marvel en Netflix, ¿pero se habrá cansado el público para entonces de ellos? ¿Son comparables el tirón de los superhéroes en el cine con el que pueden tener en televisión?

07 octubre 2014

Introducción a los showrunners



Uno de los efectos colaterales de ese gran interés por las series que se desató a partir de la temporada 2004/05, y del fenómeno en el que se convirtió “Perdidos”, fue la popularidad que ganaron los creadores de esas series. Entre la facilidad que daba internet para que los fans interactuaran con los responsables de sus títulos favoritos, y el auge del cable y de los elogios hacia los “visionarios” que estaba revolucionando las series allí, era casi inevitable que los guionistas detrás de esas obras acabaran saltando delante de las cámaras para hablar sobre cómo surgió la idea de la serie, para explicar su proceso de escritura o para resolver las cuestiones que los fans pudieran tener. Ahora, todos sabemos quiénes son Kurt Sutter, Shonda Rhimes, Terence Winter o Mike Schur, y estamos tan pendientes de sus nuevos proyectos como podríamos estarlo de la nueva película de David Fincher, por ejemplo.

Es algo de lo que hemos hablado en otras ocasiones, de ese ascenso a la fama del showrunner y de cómo su popularidad entre los seguidores de una serie está al mismo nivel que el de su gran protagonista. Se nota también en la cantidad de libros y especiales que se hacen sobre ellos, desde las ya célebres mesas redondas de The Hollywood Reporter y Los Angeles Times, a títulos sesudos sobre las mentes detrás de las tan cacareadas mejores series de la historia (“Hombres fuera de serie”) o series como “Creadores prodigiosos”, de Canal+, o “The writers’ room”, de Sundance Channel. Lo que apunta a ser uno de los retratos más completos de esa figura, el documental “Showrunners”, llega a iTunes y algunos cines en Estados Unidos y el Reino Unido el próximo día 31, y lo hará precedido de un libro, con el mismo título, que sirve como “acompañamiento oficial” de la película, ampliando algunas de las cosas que se traten en ella.

Este “Showrunners. The art of running a TV show” aspira a explicar exactamente qué es un showrunner, cómo se puede llegar a ser uno, qué tareas conlleva y cómo es su día a día. Lo hace a través de entrevistas con un buen número de showrunners, desde Shawn Ryan y David Shore a Joss Whedon y Janet Tamaro (“Rizzoli & Isles”), y todos cuentan su experiencia al frente de una empresa que debe producir un programa de televisión a la semana, y en la que pueden trabajar 300 personas. El libro no busca analizar las personalidades de estos guionistas, o establecer qué hace que sus series tengan cierta repercusión o calidad, sino que quiere acercar a los aficionados cómo funciona la industria televisiva estadounidense. Explica desde lo que es la temporada de pilotos a los problemas que a veces pueden surgir entre dos personas que comparten la producción ejecutiva de la serie, y busca zambullirnos en ese mundo a través de lo que cuentan quienes desempeñan esa labor.

La figura del showrunner es todavía intrínsecamente americana, una necesidad en series que tienen que producir entre 13 y 22 capítulos por temporada, en las que hay un equipo de guionistas que se encarga de escribir los guiones y donde, a lo mejor, el lugar de rodaje está a miles de kilómetros de la oficina en la que trabajan los escritores. Habrá quien eche de menos a creadores clásicos en este tema, como David Chase o Alan Ball, pero sólo aparecen los showrunners a los que se entrevistó para el documental, que en ese momento tenían una serie en emisión y actuaban realmente como showrunners, no sólo como productores ejecutivos sin una involucración directa en el trabajo diario. El libro permite despojar la labor de glamour y de cualquier idealización, pero también ayuda a que valoremos mejor lo que vemos en pantalla.

06 octubre 2014

El regreso del agente Cooper

A estas alturas, ya sabréis que "Twin Peaks" va a volver. Lo hará en una miniserie de nueve capítulos que se verá en Showtime en 2016, después de un par de días de especulaciones locas sobre los tuits crípticos y ambiguos que David Lynch y Mark Frost habían dejado a lo largo del fin de semana. Los rumores sobre la resurrección de la serie venían en realidad de bastante atrás, habiendo tomado bastante fuerza este verano con la edición en Blu-Ray de las dos temporadas y de "Fuego camina conmigo", la película continuación con la que Lynch contó la última semana de vida de Laura Palmer, pero no se les había dado más crédito que eso, rumores lanzados aprovechando que ese pack volvía a ponerla de actualidad. Sin embargo, la cercanía del 25º aniversario de su estreno hacía que se tuviera sospechas de que podía haber algo de verdad en todas las especulaciones. Eso sí, no se sabe nada de sobre lo que versará ese regreso. Se dice que será una continuación de la trama, pero ambientada en la actualidad, y tal y como terminó el agente Cooper, será interesante ver qué se saca Lynch de la manga.

El factor nostalgia, y el reciclaje de viejas ideas que se ha puesto tan de moda en televisión últimamente, han decidido a Showtime a apostar por "Twin Peaks". Las cadenas están tirando de títulos ya conocidos previamente (y a ser posible muy queridos por el público) para llamar la atención de potenciales espectadores, y da la sensación de que el "mal" que sufre Broadway desde hace tiempo (que sólo se estrenen adaptaciones musicales de películas de éxito) ha terminado alcanzando de lleno a la televisión. Algunas de estas continuaciones y nuevas versiones resultan ser buenas series, como ha ocurrido recientemente con "Fargo", y otras refuerzan nuestra sensación de que cuando algo se acaba, hay que dejarlo descansar en paz. El caso de "Twin Peaks" va a ser curioso, pues David Lynch y Mark Frost van a estar totalmente implicados en la escritura de los guiones y en la dirección de los episodios, y la traslación del universo lynchiano a la televisión puede mantener el mismo gancho que tuvo en 1990.

Lo que sí va a hacer esta noticia es que mucha gente que nunca viera la serie original le dé una oportunidad, y con todo merecimiento. "Twin Peaks" mostró a la gente que hace televisión que podía producirse, y emitirse, una serie con un look totalmente cinematográfico, con una trama confusa (por decir algo) y una atmósfera de intriga surrealista muy eficaz y pocas veces vista en la pequeña pantalla antes (y después, que el cuarto rojo no es tan fácil de emular). Su primera temporada, de sólo ocho episodios, es todo un hito, culpable de buena parte de las cosas que ahora nos parecen de lo más normal en las series de prestigio del cable, y si Internet hubiera estado al nivel de desarrollo e implantación, que se encuentra ahora, Twitter habría implosionado varias veces con las discusiones sobre quién mató a Laura Palmer, qué demonios era Bob y por qué al agente Cooper le chiflaba el café. ¿Era una pista oculta de algo?

No, no lo era. Era simplemente una muestra del sentido del humor de la serie. Porque "Twin Peaks" es tremendamente divertida. Los soliloquios a Diane de Cooper en su grabadora (o el propio Lynch haciendo de su jefe sordo del FBI) eran sólo una muestra de que "Twin Peaks" podía ser misteriosa, extraña, culebronera (reconocido sin ambages por Lynch y Frost), malsana, incomprensible y muy graciosa. Ahora, también es verdad que pocas imágenes resultan más difíciles de sacar de la cabeza que el primer vistazo de Cooper al interior de aquel vagón de tren.

05 octubre 2014

Dos muertes, dos pueblos

Cuando Hollywood decide hacer un remake de una película o de una serie extranjera, se escuda en que es una obra que no ha llegado a la mayoría del público americano. "Hatufim" o "Los misterios de Laura" no se habían visto allí antes de que se hicieran "Homeland" y "The mysteries of Laura", pero la versión de "Broadchurch" que FOX estrenó esta semana, bajo el título de "Gracepoint", se ha visto bajo un escrutinio mucho mayor porque la serie de ITV se emitió el año pasado por BBC America. Evidentemente, no la siguieron ni de lejos los más de ocho millones de espectadores que se pegaron al televisor en el Reino Unido, pero la gran mayoría de los críticos sí la vio, y por eso pueden preguntarse con propiedad qué sentido tiene este remake. Los que no la vieron, no obstante, simplemente piensan que "Gracepoint" merece la pena.

¿La merece? Para empezar, "Broadchurch" no es la obra maestra que de repente parece ser. Es más convencional de lo que parece y en la trama del duelo de la familia Lattimer, por desgracia para ellos, "Forbrydelsen" y "The Killing" se les adelantaron, pero es cierto que tiene un final muy potente que descansa sobre una Olivia Colman sensacional. Con sólo el primero de "Gracepoint" no podemos saber si va a elevarse sobre todas las trampas que esconden estos misterios para toda una temporada (incluso aunque sólo vayan a ser diez capítulos), y para quien haya visto "Broadchurch", va a ver por segunda vez prácticamente lo mismo. Pero para quien se enfrente a la serie "virgen", el episodio inicial presenta con eficacia las principales piezas del misterio y nnos permita hacernos una idea de cómo es ese pequeño pueblo costero; todo el mundo se conoce, es tan tranquilo, que lo más emocionante que aparece en el periódico local es el evento deportivo del instituto, pero nos queda claro con un par de tomas que no debemos creer todo lo que veamos.

El dúo Anna Gunn-David Tennant necesita aún algo de trabajo para que la dinámica entre los dos policías sea entretenida de ver, pero ahí hay potencial, y lo cierto es que la familia Solano transmite bien el dolor por la pérdida de su hijo. La madre de Danny es Virginia Kull, otra veterana de Broadway que puede seguir los pasos de Carrie Coon ("The Leftovers") y llamar la atención en la televisión, y que en el primer capítulo maneja realmente bien el frágil estado emocional de su personaje. Lo que de momento no pinta especialmente bien es la subtrama de los periodistas, que apunta a quedarse en el cliché En "Broadchurch", tener a Vicky McClure como esa reportera que llega de la ciudad le daba un toque extra a la historia, un toque que veremos si puede darle Jessica Lucas (antes vista en "Cult").

Para quienes hayan visto "Broadchurch", es muy probable que "Gracepoint" no vaya a aportarles mucho más que ver a otros actores interpretando a esos personajes (excepto David Tennant, que de momento sólo cambia el acento), pero para quienes no la hayan visto y se animen directamente con el título de FOX, puede ser un visionado interesante. Veremos cómo manejan la investigación de la muerte de Danny (que por supuesto tiene que tomar caminos imprevistos y destapar secretos del pueblo) y cómo construyen la relación entre Ellie Miller y Emmet Carver.

Música de la semana: Jamás se me habría ocurrido que "Bajo la misma estrella" y "The Blacklist" podráin compartir canciones en su banda sonora, pero esta semana lo han hecho con "Long way down", del joven británico Tom Odell.

03 octubre 2014

Tras la familia Cosby


La hora de Bill Cosby” es uno de los grandes clásicos de la comedia televisiva estadounidense. Entre 1984 y 1992, fue casi el estándar de las sitcom familiares, una serie en la que los Huxtable pasaban por todos los momentos que cualquier familia de clase media vivía en Estados Unidos, y cuyo éxito se basaba también en el que el propio Cosby había conseguido como humorista desde los 70. “La hora de Bill Cosby” giraba en torno a lo que significaba ser padre (y madre) en aquella época, y que su familia central fuera negra llevó a que las cadenas se animaran a probar otras comedias en las que padres e hijos no eran los típicos rubios de California. “Cosas de casa” y “El príncipe de Bel-Air” se beneficiaron del gran éxito de “La hora de Bill Cosby”, pero con el paso del tiempo, los canales en abierto fueron distanciándose de las sitcom familiares protagonizadas por negros (“Todo el mundo odia a Chris” era otra cosa, era más “Malcolm”), y por la series centradas en ellos, en general. Cadenas de cable como BET se quedaron con esa programación, y las networks se homogeneizaron en sus repartos hasta el punto del aburrimiento.

En Estados Unidos, la diversidad racial en televisión es un tema que se discute muy a menudo. En un país en el que se acusa a los Oscar de premiar películas que no representan a la América real (sea lo que sea eso), que hasta 1964 no aprobó una ley que prohibía cualquier tipo de discriminación por raza o sexo, y que todavía vive episodios como el de Ferguson de este verano, que vuelva a haber en un canal como ABC una comedia familiar protagonizada por negros es algo que genera mucha más atención. Aunque tenga el primer presidente negro de su historia, y se haya avanzado enormemente en el tema de la integración racial, el estreno de “Black-ish” despierta interés porque recupera algo que parecía normal justo después de que llegara “La hora de Bill Cosby”, como es que haya familias en televisión que se salgan del molde blanco, anglosajón y protestante.

Además, la óptica desde la que se presenta la serie representa algo en lo que, quizás, en España nos falta contexto para poder comentarlo con propiedad. Andre Johnson está preocupado de que su familia, al haber prosperado en la vida, pierda su “negritud”, pero hay que entender esa “negritud” como un factor cultural, más allá de la mera identificación por el color de la piel. Lo que “Black-ish” maneja son diferencias de clase, saltos generacionales, el temor de algunos padres de que, al dar a sus hijos todo lo que ellos no tuvieron, éstos pierdan sus raíces, que olviden de dónde viene su familia. La línea entre el comentario incisivo y la ofensa es muy fina, pero la comedia la maneja bastante bien, por ahora, y lo hace porque sigue los pasos de la gran comedia familiar de los últimos años, “Modern family”. Cameron y Mitchell son ahí los personajes más vigilados por su retrato de una pareja homosexual con hijos, pero a esa circunstancia no se le da el tratamiento de “cosa muy especial que merece un episodio para ella sola”.

Es verdad que “Black-ish” parte directamente del comentario sobre el punto en el que la integración racial en Estados Unidos se encuentra ahora, pero al menos en el piloto, buena parte de los chistes entre Dre y sus hijos vienen más por el salto generacional que por la cuestión racial. Ellos no quieren hacer lo mismo que sus padres, sino lo que hacen sus amigos, y no entienden que para su progenitor sea tan importante que no pierdan sus raíces culturales negras. Ese gag sobre la herencia africana (y cómo el padre de Andre le suelta un “los africanos no quieren saber nada de nosotros”) es bien clarificador del punto de vista de la serie, que está dispuesta a sacarle también los colores a su protagonista cuando haga algo absurdo. ¿Puede ABC haber encontrado finalmente a la heredera de “Modern family”, también en audiencias?