10 febrero 2016

La brecha generacional


Elrubius. Si descontamos a Dani Rovira por las críticas que ha recibido por la última gala de los Goya (y a Antonio Resines), el youtuber ha sido la persona de la que más se ha hablado en las redes sociales españolas en los últimos días. ¿La razón? Por si habéis estado encerrados en una cueva, todo empezó a partir de una entrevista en Papel, el suplemento dominical de El Mundo, que pretendía acercarse a Elrubius y al fenómeno de los youtubers a través de alguien lo más alejado posible de ese mundo. Es el truco más viejo en el manual del periodismo y, a veces, ha salido bien.

El País envió una vez a su crítico de ópera a un concierto, si no recuerdo mal, de Iron Maiden, y el hombre salió impresionado del entramado melódico que esconden las canciones de la banda. También es verdad que el propio crítico expresaba cierta curiosidad por ver cómo resultaba la experiencia, una curiosidad que no estaba tan presente en la entrevista de la discordia. Elrubius ha contestado a todo el jaleo, cómo no, en su canal de YouTube, y se ha sucedido una cascada de reacciones al asunto. Casi todas ellas acaban coincidiendo en que la entrevista estaba presidida por la condescendencia y la falta de un intento de comprensión del fenómeno que representa Elrubius, dejando patente una brecha generacional que no se ha tenido ningún interés en superar, por mucho que los medios tradicionales estén obsesionados con recuperar a esos millenials que han huido hacia YouTube o Facebook.

En parte, esa entrevista también expone, aunque sea tangencialmente, otro aspecto no tanto del periodismo sino de la crítica audiovisual en España, que es que tiende a hacerse a través de una postura bastante snob, de buscar reforzar una opinión ya preexistente, antes que dejarse sorprender por lo que se va a ver. Ante un blockbuster, por ejemplo, la postura de partida por defecto es la de "esto es un sacadineros sin vergüenza", y ante una serie juvenil, se tiende a prejuzgar con un "todos son guapos, va a ser un culebrón". Se suele decir que, en política, los lectores de un periódico o los espectadores de un telediario no quieren escuchar opiniones distintas a las suyas para poder comparar, sino que quieren reforzar las que ya tienen. Y, muchas veces, parece que la crítica de series, en este caso, también se ejerce de esa manera.

Si es escandinava, o de HBO, o de la BBC o la escribe Aaron Sorkin, tiene que ser buena. Si viene de The CW, MTV o CBS, no me hace falta verla para saber que es mala. Es una discusión muy vieja, es verdad, pero son esas preconcepciones las que hunden la entrevista a Elrubius y las que, al final, más hay que superar para dejar que, simplemente, nuestra curiosidad nos lleve a descubrir cosas que merecen la pena, o a darnos cuenta de que nos equivocábamos con respecto a determinados temas. Internet, además, tiende también a los extremos, a no aceptar ningún punto intermedio en las respuestas a series, películas, libros... Lo que sea. Y así tampoco se puede hacer ninguna crítica que merezca la pena.

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