19 enero 2015

La ciencia-ficción "vacía"

La ciencia-ficción puede hablar de los problemas del mundo actual mejor que un drama contemporáneo, pero no todas las obras de ciencia-ficción tienen por qué hacerlo. La semana pasada, aprovechando que se cumplían diez años del estreno de “33”, el primer episodio de la primera temporada de “Battlestar Galactica”, el blog Popwatch, de Entertainment Weekly, diseccionaba el estado del género en televisión en la actualidad, fijándose en la popularidad y la ambición temática de las series más destacadas. Apuntaba que, gracias a “The Walking Dead”, la televisión geek se había vuelto más mainstream que nunca, llegando a sectores del público que sólo se soñaba con alcanzar en 2005, pero que, al mismo tiempo, se había dejado por el camino los intentos de reflejar la sociedad actual.

Es cierto que buena parte de las series de ciencia-ficción y fantasía (y terror) actuales buscan más el entretenimiento y la diversión que otra cosa. “Sleepy Hollow” trazó al principio, a través del ajuste de Ichabod Crane al siglo XXI, algún que otro paralelismo entre los valores de la Revolución americana (muy influidos por los que llevarían a la Revolución Francesa) y los presentes en la sociedad actual de ese país, pero nunca fue algo que le interesara demasiado. Uno de los últimos estrenos de Syfy, la adaptación a televisión de “12 monos”, parece que va a dar más importancia a los científicos que se creen dioses (un tema que subyacía también en “Fringe”), pero aún está muy al principio para que sepamos si va a tratar ese tema como algo más que una conspiración malvada que el protagonista tiene que desactivar.

El artículo de Popwatch se queja de que no ha habido ninguna serie que se haya atrevido a seguir los pasos de “Battlestar Galactica” en cuanto a su interés por hacer que la audiencia se preguntara sobre la moralidad de utilizar terroristas suicidas, sobre los peligros del trabajo heredado, sobre lo que nos hace humanos y sobre si seríamos capaces de tomar las mismas decisiones difíciles que Laura Roslin y William Adama tomaban diariamente en la serie. Y aunque tiene parte de razón, también se olvida de algunos títulos que sí han estado haciéndolo desde que aquel programa terminó. El problema es que no son los que han ganado más popularidad. Está, por ejemplo, “Continuum” y cómo muestra el progresivo secuestro de las labores del estado por parte de las grandes multinacionales (todo encaminado a un futuro en el que Canadá está gobernada por un congreso corporativo). Es una serie de acción que en su país natal ha tenido cierto éxito, pero que fuera de allí no se ha visto demasiado (y que terminará en una cuarta temporada muy corta, de seis episodios).

Está también “The legend of Korra” con las alegorías políticas y sociales que sus villanos hacen (de esta serie ya hemos hablado suficiente en los últimos días), y está “Los 100” animándose a presentar a sus personajes con dilemas sobre si es necesario recortar libertades individuales, y hasta experimentar sobre humanos, por el bien de la mayoría. Atreverse a que los protagonistas se enfrenten a decisiones difíciles es uno de los caminos a seguir para que la ciencia-ficción empiece a reflejar algunas de la idiosincrasias éticas y morales de nuestro mundo. Por supuesto, está además “Person of interest”, su retrato de la vigilancia total de absolutamente todos nuestros movimientos y la creación de una inteligencia artificial de verdad inteligente y autoconsciente. Es cierto que no hay muchos ejemplos, y algunos sólo han intentado estas metáforas con cuentagotas (como “Defiance” y su trama de la enfermedad de los irathient), pero los hay. Lo que pasa es que el público, en general, responde menos ante ellos.

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