21 febrero 2017

Un escándalo, Trump y Diane Lockhart


Va a ser muy interesante ver los diez episodios de la primera temporada de "The Good Fight" sabiendo que Donald Trump es presidente de Estados Unidos, que la serie es muy consciente de que lo es y que, ante los puntos de vista tradicionales, por decirlo de algún modo, que el presidente tiene sobre el papel de la mujer en la sociedad del XXI, ya es un título que presenta toda una declaración de intenciones al tener en su centro a tres mujeres de diferentes edades, razas y orientaciones sexuales. Robert y Michelle King, creadores de "The Good Wife" y de su spin-off, explicaban no hace mucho que el título, "la buena lucha" (la lucha correcta), había dejado de ser cínico para pasar a ser idealista. La cara de asombro con la que Diane Lockhart ve por televisión la toma de posesión de Trump se traslada a una burbuja liberal de Chicago (en palabras del propio Robert King) que descubre que su lucha por ciertos derechos está lejos de acabarse.

Aunque "The Good Fight" utilice otro escándalo para arrancar su historia (éste financiero, en lugar de sexual y político), y sea su principal personaje nuevo, Maia Rindell, la que herede un poco parte de la trama de Alicia Florrick lidiando con las consecuencias que dicho escándalo tiene en su vida privada (que deja de serlo), es Diane el gran motor de la serie. La estafa piramidal orquestada por la familia Rindell la deja arruinada y teniendo que posponer sus planes de un retiro dorado en el sur de Francia, y aunque la clase y el nivel de su vestuario no desciende (ni muerta), va a tener que tirar de todas sus reservas de resistencia para superar todos los golpes que va recibiendo en los dos primeros episodios de la serie.

Divorcio, cuentas congeladas, David Lee haciendo de las suyas, socios reticentes a su entrada en un bufete de abogados mayoritariamente negros, una relación distante con Luca Quinn, la otra gran repescada de la serie original, la sensación de que tiene que volver a demostrar su valía, que tiene que escalar de nuevo la cima que ya había conquistado... Todo eso le da a Christine Baranski material de primera para demostrar que puede ser la gran protagonista de su propia serie, y lleva a "The Good Fight" a recuperar el tono y la atmósfera de las primeras temporadas de "The Good Wife", cuando Alicia no era todavía la abogada resabiada y la mujer que no va a permitir que nadie más la humille del final, cuando tenía que ganarse el respeto de los demás a pesar de la losa de su apellido y de ser alguien que, a una edad en la que los profesionales han alcanzado sus metas laborales, ella estaba empezando de nuevo.

En ese aspecto, casi puede decirse que Diane y Maia representan la experiencia de la señora Florrick desdoblada en dos; una tiene que reinventarse en una etapa tardía de su vida, y la otra tiene que sobrevivir como pueda a un escándalo capaz de destruirla. Y esa no es la única similitud con su serie madre. "The Good Fight" muestra que está en el mismo universo, y aunque vaya a ser un poco más directa en el tratamiento de algunos temas (emitirse en CBS All Access le da esa posibilidad), da la sensación de que va a constituir más una evolución, una adaptación de lo que era "The Good Wife" a los tiempos de Trump.

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